Sentado a la mesa del lobo
no hay fruto que me arroje al destierro.
El lobo es un prócer especial.
Cada uno de sus gestos
me abre la puerta del bosque.
Y me daría también la llave
si yo se la pidiese.
No es necesario ser bueno o ser malo
para sentarse a la mesa del lobo.
Sólo se requiere
saludar como todos los días
a nuestros propios asesinos.
Y tal vez algo más:
cavar un pozo en las colinas
para esconder nuestros amores.
Sentado a la mesa del lobo