Estamos en cuarentena, que no son cuarenta días sino varios ciclos de quince días que se hicieron más de cien. A guardarse, dijo Alberto. Menos los de la salud pública, claro. Te precarizan durante años para luego morir a manos de un virus chino. O sea que morís doblemente precarizado. Si al menos fuera un dragón, pero encima es un murciélago salido de una sopa. Personalmente hubiera preferido una invasión alienígena o zombie, pero toca esto, sin katana y sin vacuna. La única protección para el enemigo es una máscara de acetato y el barbijo quirúrgico que te re protege, gordo. ¿Qué cómo la estamos pasando en el hospital? ¡Fantástico mamá, no te preocupes! Quizás llego para cenar. Todo depende. Por ahí te llamo aislada desde la pieza de un hotel o, si me da el oxígeno, desde la terapia del Rivadavia.
¿Tenés un hijo o dos o tres y no hay con quien dejarlos? Que te los cuide Lola. Yo estoy al horno: tener hijos no califica como riesgo