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Música para sostenernos en cuarentena

 

La música es una experiencia. Siempre desborda lo meramente sonoro. La música son cuerpos, relaciones, pasiones, sociedades y culturas. Cada cual tiene sus propias experiencias. Vemos, bailamos, tocamos, sentimos la música.

La música es una experiencia que nos sostiene desde los inicios de nuestra vida. Es una de las facetas de los variados sostenes corporales de nuestra subjetividad. Desde las voces que nos acariciaron mientras nos alzaban hasta aquellas que sonorizaron algunos de los momentos más importantes de nuestra vida: las crisis, los amores, el sexo, los viajes, las angustias.

En tiempos difíciles, como la cuarentena de hoy, tenemos posibilidades que no se tenían durante la peste negra y la fiebre amarilla. Además de contar con nuestra voz y otros sonidos del cuerpo e instrumentos, tenemos la diferente gama de reproducción musical. Desde nuestros discos hasta el streaming, que amplió nuestras discotecas a ser prácticamente infinitas. Pero tener todo es como tener nada. Porque llueven recomendaciones sobre músicas para estos momentos. Son recomendaciones de otras vidas. No de la nuestra. No hay 1001 discos que uno tiene que escuchar durante la cuarentena. La música es social y a la vez singular, dependiendo de la historia de cada cual.

Vivimos una situación traumática. Un paradigma para pensar cómo funciona la música en situaciones traumáticas son los campos de concentración. No hablo del conocido uso siniestro de la música por parte de los nazis con sus orquestas del horror. Me refiero a la música que permitió resistir en situaciones extremas. Allí, en muchos casos, la música compartida funcionó como uno de los soportes subjetivos. Toda vivencia traumática implica una realidad que nos lleva al desvalimiento originario. Es allí cuando regresamos a esos sostenes intra e intersubjetivos. Tarareos y cantos solitarios reproducen los primeros otros que nos sostuvieron. Los cantos colectivos de canciones entrañables tienen mucha más potencia. En aquellos momentos también se crearon músicas, desde el “Cuarteto para el fin de los tiempos” de Oliver Messiaen o los variados tangos cantados y compuestos por prisioneros o quienes estaban presos en un gueto.

Todos estos casos dejan al descubierto la función de sostén de la música frente al desvalimiento que implica una situación traumática. Una estructura invisible del funcionamiento de las músicas cuando se produce una fractura en nuestra vida.

Al día de hoy, la música puebla la cuarentena como forma de soportarla. Hemos visto como en distintos lugares del mundo cantan en los balcones, músicos hacen presentaciones en sus casas transmitidas por streaming, músicos dan clases por Skype… Y se revela cada vez más esa función de sostén de la música, un sostén intersubjetivo, porque cuando uno está con la música nunca está solo. Vuelve a aquellos sostenes que nos hacer ser quienes somos.

En estos tiempos ponemos esas músicas que funcionaron de sostén en otros tiempos. Funcionan como reconocimiento y una columna vertebral flexible que se mueve al son de un tempo entrecortado. Por ello volvemos a escuchar esas músicas que nos constituyeron y nos sostienen.

Y también son tiempos para intercambios. Para que otros cercanos nos muestren músicas que los sostienen y que quizá nos produzcan nuevas experiencias subjetivantes. Para ello tenemos que olvidar una impersonal playlist. Ir al contacto posible hoy. Un “distanciamiento social” no implica la falta de contacto. Cuidarnos del virus implica también reconocer la necesidad de contacto y de sostenes. Así como nos sostenemos con nuestras familias, algunos vecinos, lo hacemos con músicas compartidas en una experiencia intersubjetiva. Como fue en otros tiempos: canciones o músicos que nos recomendaron para tiempos difíciles. Seguramente, además de consejos, en momentos difíciles de la vida, uno recibió esas músicas que nos calmaron. En estos momentos también puede ser posible tener experiencias para intercambiar y conocer músicas nuevas.

Hoy escuchamos esas músicas que se transformarán en nuevos sostenes. El mejor link es con nosotros mismos. Con uno que siempre es un nosotros.

Por eso, la mejor recomendación es volver a esas músicas que nos hicieron ser quienes somos.

Quienes queremos seguir siendo.

Y quienes queremos aún ser.

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Articulo publicado en
Marzo / 2020

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