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Perros de la calle

 
Escritos de guardia

Luego de siete años de vivir esta guardia infame llegué a la siguiente conclusión: entre yo y el perro de Pavlov no hay ninguna diferencia. Salivo cuando dan pollo en el comedor y frente a una siesta sin pacientes en una tarde de 32 grados centígrados. Y que lo escriba a conciencia, no cambia en nada. Porque el acto reflejo ya funciona. Pollo/Siesta= Saliva.

La guardia es literalmente mundo de perros salivantes. Nos encanta el amarillo del PRO, seguimos mirando TN y Canal Trece y creemos que dormir en un colchón deformado por el uso (y que nos dejará posiblemente inválidos en unos años más) es la panacea de la vida laboral, porque “siempre se puede estar peor”. Como los Quom o los bombardeados de la franja de Gaza.

Hay, sin embargo, momentos de exótico fantaseo, donde imagino que le corto la oreja a Vizzolini bailando al ritmo de “Stuck in the middle with you”. Me dirige Tarantino y me dice que lo haga sufrir mientras bailo y le echo un tanque de gasolina encima. Eran siete los Perros de la Calle: Mr. White, Mr. Orange, Mr. Yellow, Mr. Black, Mr. Blue, Mr. Brown y Mr. Pink. Daban ganas de liquidar, de estafar, de matar con ese reparto exquisito de hombres sin moral y llenos de sadismo.

La fantasía hace maravillas. Espero que me dure, mientras sigo salivando.

 

El circo de Mr. Yellow

10 de Diciembre de 2015. De todos los días, me tenía que tocar guardia el día que asume Macri. Decilo de nuevo, vos tampoco lo creés ¿no? Macri presidente y Gabriela vice. Es como pensar que Hitler ganó la Segunda Guerra Mundial. Bueno nene, in your face: el día D llegó y no precisamente a Normandía, sino a la Casa Rosada. Y ahí lo tenés a Mauricio -de ahora en más Mr. Yellow- y compañía saludando desde el balcón.

Todos los perros sonríen al verlo cruzar, saludando desde el Mauri móvil. Les parece encantadora la derecha. Menos mal que se sacó el bigote.

Garayola, de ahora en más Mr. Brown, pone en el celular la canción de Memphis: “si te vas, no no no no te voy a extrañar”. Le digo que lo apague. No le pido: le exijo. “¿Vos porque sos K, no?”, me tira. Le digo que no soy K, pero que lo apague. Insólitamente me hace caso. Pero al rato lo vuelve a poner.

Está llegando Mr. Yellow con Juliana a la Casa Rosada. Todos están felices, dice el cronista de TN más contento que nunca, no hay fanatismos, ni odios. Sólo alegría y esperanza.

El calor es casi de 34 grados y el aire está roto. Y entonces la alarma empieza a sonar como loca. Mr. Brown aparece con la pava eléctrica en el office y la enchufa en la zapatilla de la computadora.

Yo creo que suena por el vapor de la pava- dice.

Suena porque estás por reventar, lo presiente...- respondo.

¿Vos en serio no sos K?

Soy joven y comunista.

 

Como a las tres horas, llega el paraguayo de mantenimiento y dice:

Yo le puedo arreglar la alarma viste, pero lo del aire ahí si que no, yo no le manejo.

Justo en ese momento, Gabriela, asomada como puede desde la sillita, canta en karaoke la canción de Gilda “No me arrepiento de este amor”, con Mr. Yellow al lado.

Cristina, mi fiel compañera, mira la pantalla  en una mezcla de desolación y asco.

 

Me acaban de cagar la canción de Gilda, para siempre. Nunca más vamos a poder cantarla, Laurita.

Los colchones de Mr. Black

Porque nos odia, el jefe de urgencias, Crácova, de ahora en más Mr. Black, nos mandó a pedir en una lista lo que necesitábamos para las habitaciones. La respuesta de nuestro compañero Néstor fue contundente:

Colchones y almohadas, porque no hay. Las almohadas desaparecen y los colchones, francamente son incómodos.

 

Y entonces, justo cuando Pinedo (por un mínimo instante Mr. Blue) le calza la banderola a Mr. Yellow, Mr. Black entra igual de triunfante que todos en este maravilloso día derechoso y pregunta qué tal los colchones. Qué colchones, preguntamos. Los que llegaron la semana pasada, responde.

A nuestras habitaciones, no llegó nada- le digo.

¿Cómo que no? ¡Si yo mismo los vi cuando los trajeron y los hice subir!- dice con ese tono de indignación para que te sientas una mierda.

Por ahí subieron, pero alguien se los quedó en el camino...-tira Néstor que ya no tiene espalda que le aguante y en cualquier momento se nos queda duro.

Entonces o los tienen los de cirugía o los de SAME- responde Mr. Black, como si él tuviera que dormir en esas babosas deformes que se salen de las cuchetas.

Claro, pero eran para nosotros...- retruca Néstor.

Y bueno, no sé...habrá que pedir otros.

¿Quiere que le hagamos una cartita a Papá Noel?- digo yo, harta- Y de paso, podrían arreglar el ascensor también ¿no?

Eso no puedo prometértelo, no depende de mí- termina y se va, sonriente, sabiendo que esa noche dormirá en su King Size sin que se le caiga un gramo de culpa.

 

Mr. Orange tenía un perro

Hay una madre loca en la ventanilla que acaba de contar un episodio de zoofilia. Que Dios las ayude- nos dice el pediatra de turno.

Le digo al residente de psicología rotante de Morón, de ahora en más Mr. Pink, que me            acompañe. Es su primera entrevista.

Hacemos pasar a la madre a la salita naranja de entrevistas trascendentales. Flacucha, pelo negro y suelto y un vestido escotado que le deja al aire las tetas, sin que ella se preocupe en lo más mínimo. De ahora en más, la madre es Mr. Orange (luego se entenderá porqué dejé el masculino).

Le ofrezco la silla, pero dice “prefiero acá” y se trepa a la camilla. Tiene un helado de palito en la mano. Lo pela y le da una babeada indigna mientras relojea a Mr. Pink que quiere tomarse el primer tren para Morón en ese instante.

Cuéntenos cuál es el problema...- empiezo.

Yo te explico, como le expliqué a la doctora. Yo quiero que ayuden a mi bebé.

¿Su bebé que tiene cuántos meses?

Cuatro años.

O sea, ya no es un bebé...

Sí, yo le digo así- y le da otra babeada al helado de palito- Yo tengo cuarenta y cinco y estuve casada doce años con el padre y no te puedo decir todo el maltrato que pasé...maltrato, vejaciones sexuales...

¿Usted vino por su hijo o por usted?

Por él, por él, pero dejame que te cuente. Yo le puse una restricción por maltrato físico, tiene una perimetral por noventa días. Pero ayer vino y me lo pidió una hora y yo lo dejé ir al Burger. Pero cuando volvió, mi bebé me dijo que le dolía el pito, que le dolía y yo le pido que me muestre porque pensé que era el calzoncillito que le raspaba y cuando lo vi...

 

Mr. Orange se interrumpe, chupa el helado que ya chorrea. Con una mano se levanta el vestido y frente a la mirada atónita de Mr. Pink se pellizca el muslo y cuenta:

Así me dijo que le hizo y tenía todo colorado mi bebé y yo le pregunté varias veces ¿quién te lo hizo? ¡Papá me lo hizo ya te lo dije! Me contestó. Y yo lo grabé. ¿Querés escucharlo?

No. Volvamos a por qué dejaste ir a tu hijo con un hombre que tenía una perimetral por violencia.

El punto es que a mí me drogaba. Yo soy farmacéutica de hace años y la gente me ama ¿entendés? Todos me decían lo que era él, pero eso es lo que hace la violencia de género, te despersonaliza. Eso me dijeron que me pasó a mí. Me ponía droga en el champagne y me hacía hacerle una paja al perro, así después se lo cogía él. Y yo pasé a ser su hombre. Hasta cuatro consoladores me metía en el cuerpo.

 

(Entiéndase ahora el Mr. Orange para la identidad de la madre)

 

Mr. Pink está agarrado de la pared y a punto de tomarse el palo o de desmayarse. Yo vuelvo a preguntarle a Mr. Orange por enésima vez qué cazzo le pasaba por la cabeza al dejar a su hijo con el supuesto agresor. Le da una última chupada al helado, sacude las tetas y mira a Mr. Pink:

 

Porque él me puede. Me manda una canción y yo aflojo. Y es que él me partió el corazón, yo estaba muy enamorada ¿entendés?

 

No, la verdad es que no entiendo. Mr. Pink tampoco. Le digo a Mr. Orange que nos espere, que debemos resolver qué hacer con la situación.

 

De repente tomo una navaja, pongo el radio. Bailo. Hay alguien en la silla, atado, con una cinta en la boca. Bailo: Sí, estoy estancado en el medio contigo, y me pregunto que debería hacer, es tan difícil mantener ésta sonrisa en mi cara, pierdo el control, sí, estoy por todo el lugar. Voy a cortarle la oreja, decididamente, este es mi momento.

Y entonces veo aparecer por la puerta a Mr. White o mal llamado Vizzolini. Me sonríe y me pregunta: ¿Todo bien, negra? ¿Está muy loca la madre?

Quiero matarlo. En mi fantasía fílmica todos mueren.

Pero en la realidad Mr. Yellow ganó la presidencia, Mr. Blue será apenas un fugaz y patético recuerdo, Mr. Brown seguirá preguntando si soy K, Mr. Black continuará con su demagogia sádica de promesas, Mr. Orange quedará internada por resguardo, Mr. Pink volverá a su Morón natal borrando de su memoria la entrevista y Mr. White será el karma interminable de este perro de la calle que sigue salivando frente a un plato de pollo.

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Articulo publicado en
Abril / 2016

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