Beatriz Diez: Traductora de Este tiempo que no pasa | Topía

Top Menu

Beatriz Diez: Traductora de Este tiempo que no pasa

Beatriz Diez
Traductora de Este tiempo que no pasa

Jorge me pidió que hablase de lo que hacemos los traductores. Que parece aburrido porque es lidiar con ideas ajenas. Lo dijo el mismo Jerónimo, nuestro santo patrón, para quien lo entretenido era interpretar…

Y sin embargo, traducir tiene lo suyo y pone en jaque.

Todo empieza en la lectura, que tiene lugar cuando un número suficiente de palabras combinadas sale al encuentro de un piso receptivo de experiencias y saber, en un lector.

Cuando esas palabras son extranjeras, la lectura a veces nos necesita.

La traducción tendría por tarea combinar en otra lengua otro número suficiente de palabras para que salgan al encuentro de otro piso receptivo, en otro lugar y otro tiempo, y otra vida detrás. Con lo que la lectura será otra, el sentido distinto, y nuestra tarea segunda. Pierre Menard, reproductor exacto del Quijote, sintió la misma tristeza que Pontalis supone en todos los traductores ( Otro oficio imposible ), pero no porque el traductor no tenga, en principio, derecho a trabajar con palabras propias, ni tampoco por la imposibilidad de restituir exactamente las ajenas, sino porque, también en el mejor de los casos, el sentido está siempre escapándose y mutando. El río es siempre otro y la letra esforzada siempre un vacío. Como todos los hombres, el traductor es Sísifo.

Y sin embargo, según Pierre Menard, Benjamin y Derrida, el original está pidiendo incansablemente su traducción.

Para Benjamín, que persigue el misterio, el original se transparenta siempre en la traducción y ambos son fragmentos de algo más amplio, como restos dispersos que de pronto muestran el ánfora que fueron.

Pontalis no le tiene miedo al misterio. Elige la extrañeza de la carne, persigue una “obra” en que las palabras no se limiten a portar sentido: quiere que tengan cuerpo y prendan en el cuerpo, vivas. Y (es Pontalis en Encarnación , traducido por Cristina y Jorge, y en otro orden) esa presencia inaccesible en si y palpable, ahí del inconsciente irrepresentable que toma cuerpo, ¿es para los psicoanalistas la versión/traducción metafórica de qué?

A Derrida le interesa la traducción como proceso no metafórico que desconstruye el cuerpo del lenguaje. La traducción es paso, necesario e imposible transporte entre lenguas. El nombre de la traducción es siempre figurado. “Traducere” es llevar, como se lleva una carga, de un lado a otro, por acción de un movimiento: un barco transporta movido por el viento. ¿Cuál es el movimiento de la traducción?

Derrida dice que el traductor se hace un camino entre palabras posibles que elige y que combina. Trabaja diferencias diminutas entre variantes muy similares, instalado en la frontera de las lenguas, en un área oscura y silenciosa que no es ni una ni otra.

Contarlo es pasar a la una y a la otra, pero igual : ¿ ese tiempo o este tiempo que no pasa? ¿La prueba , o las pruebas, de iniciación – o la aventura que pone a prueba? Prueba, pruebas o aventura… ¿de lo extraño otro e inquietante o de lo extranjero diferente y a lo mejor intruso? ¿O es la puesta a prueba en lo ajeno ? Pero en aquí en el sur lo ajeno está más cargado de despojo – las vaquitas, el mundo es ancho y -.

Espacio oscuro y silencioso entre dos lenguas y dos ámbitos, espacio de lucha desigual contra el lenguaje y la carencia. Fracaso, odio y/o resignación. Al final el lápiz se decide en el papel por una posibilidad. Y las otras se borran, o se postergan hasta otra traducción que complete un poco más el ánfora. La distancia con las cosas, Babel, sigue ahí de otra manera.

 

Jorge nos preguntó si hubo algo distinto en esta experiencia de traducción, además de que fueron trabajos a dos voces. Sí, claro, decimos con Cristina... Me parece justamente que por un tema de voces. No las literarias del compartimiento, sino las del arte, convocadas por Pontalis para acortar esa distancia con la substancia de lo real a que la pintura o la música y la poesía –dice – sí tienen acceso. O su propia voz, glosándose y comentándose. La melancolía del lenguaje es la de esa distancia, y Pontalis escribe : “Nunca las palabras, nunca mis palabras, serán mías”. Pero, después de escritas, reconociéndolas para siempre extranjeras “en ellas puedo perderme y encontrarme”.

Sabés, Jorge, en el cruce de todas esas voces y desde el bajo continuo en estas traducciones de a dos, me pareció que intentamos traducir un texto vivo.