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Sexo “natural” y Barebacking

 
Riesgo, transgresión y disidencia

¿Qué es el bareback o barebacking?

Se trata de un término usado en el slang estadounidense para referirse al sexo sin preservativo. La traducción literal es “montar a pelo” (o sin silla). Si bien Gregory R. Clark ubica su utilización por parte de los soldados estadounidenses ya durante la guerra de Vietnam,1 el empleo actual de esa jerga nos remite a las relaciones sexuales sin preservativo luego del impacto de la pandemia de vih-sida y, específicamente, a la segunda mitad de la década de los ’90 al interior de la comunidad de varones gays. Algunos autores han extendido la definición de bareback a toda relación sexual anal entre varones sin preservativo. Definirlo de ese modo pierde especificidad. El bareback implica además una decisión, una intencionalidad -no se trata de un “desliz” o un descuido- y supone representaciones y sentidos específicos en quienes lo practican. Otra cuestión a señalar es que muchas definiciones circunscriben el bareback al sexo anal sin preservativo, pero no incluyen el sexo oral, aunque exista eyaculación y presencia de semen.2 Aquí nos referiremos al bareback como toda práctica sexual (con consentimiento) de modo intencional entre varones que suponga intercambio de fluidos sexuales. Por otra parte, si bien las relaciones heterosexuales sin preservativo también están bastante extendidas, no se ha formado una “subcultura” en torno a dicha práctica que se haya encontrado en situación de tener que visibilizarse para reivindicarse como tal.

Motivaciones del Bareback

El primer artículo promoviendo el barebacking fue escrito en junio de 1997 por el activista gay Stephen Gendin en Poz -una de las principales revistas sobre vih-sida en EE.UU.- y publicado en internet con el título “Riding Bareback” y como bajada “El sexo piel-con-piel ha estado ahí, he hecho eso, quiero más.”3

En este texto el autor apuntaba a intentar sacar el peso estigmatizante y culpabilizante sobre las personas con vih-sida y a practicarlo con otras personas seropositivas.4

Nos referiremos al bareback como toda práctica sexual (con consentimiento) de modo intencional entre varones que suponga intercambio de fluidos sexuales

“Hace un año y medio, en una conferencia, escuché una charla de un chico seropositivo realmente lindo sobre la diversión del sexo no seguro con otros chicos seropositivos. Él estaba re fuerte, el tema era emocionante y pronto terminó cogiéndome sin forro. Cuando me acabó adentro, estaba en el paraíso, simplemente regocijado.”5

A medida que la práctica se fue extendiendo, fue surgiendo también un vocabulario de jerga que se ha ido multiplicando: Fucking raw -coger crudo-, sexo natural, montar a pelo, piel-con-piel, sexo de machos, coger en serio, sexo auténtico y real, preñar -breeding- y ser preñado, etc.

El intercambio de semen es uno de los principales fetiches. Al igual que en las películas porno, se ritualiza el momento de la eyaculación; la virilidad es directamente proporcional al volumen del fluido eyaculatorio.6

Vemos que el texto mencionado (y otros posteriores a favor de esta práctica) no solo apunta a desestigmatizar y desculpabilizar, sino que realiza un movimiento en dirección a erotizar e idealizar el sexo sin preservativo y representarlo como liberador, sexy, seductor, productor de sensaciones sublimes y de mayor intimidad con el otro, “una expresión de amor y compromiso”, un “retorno a la naturaleza y al placer sin restricciones”, etc.

El hecho de que una conducta implique riesgos no la convierte en patológica y/o autodestructiva per se, si bien esto podría ser así en algunos casos

Sería reduccionista plantear una sola causa o dinámica como la razón o motivación primordial para la práctica del barebacking por parte de un sujeto determinado y, sobre todo, que haya logrado tanta difusión en algunos círculos. Se trata más bien de una combinación compleja de factores que la determina. Es una simplificación empobrecedora que la respuesta apunte a asumir que las prácticas de sexo no seguro son solamente el resultado de la ignorancia o falta de conocimiento o bien, psicologizar la cuestión patologizando a los sujetos que asumen riesgos sexuales adjudicando la práctica solamente a ciertas características personales como la baja autoestima y/o conductas autodestructivas (como gran parte de los abordajes psi y epidemiológicos7). El hecho de que una conducta implique riesgos no la convierte en patológica y/o autodestructiva per se, si bien esto podría ser así en algunos casos. Aquí debemos diferenciar entre los sujetos que “juegan con la muerte” como, por ejemplo, quienes practican deportes de alto riesgo -impulsados por la toma de ciertos riesgos calculados y la búsqueda de transgresión al servicio de la potencia de Eros-, de quienes “la muerte juega con ellos” donde existe una renegación del corte y de la muerte. Una sexualidad que se le impone al sujeto como actos compulsivos repetitivos.8

Algunos autores señalan también que el contexto de clandestinidad y la homofobia social facilitarían la práctica del sexo no seguro. Podríamos agregar que en algunos varones incide el machismo, ya que consideran que coger con forro no es de machos, sino que es cosa de “gays” o “mariquitas”.9 Además -como ocurre con otras temáticas (diabetes, hipertensión, manejo a alta velocidad, etc.)- los efectos a largo plazo de las diversas infecciones de transmisión sexual (ITS) en la salud se niegan fácilmente cuando se enfrenta a la inmediatez del placer sexual.

El efecto paradojal de la estrategia del miedo

Si nos situamos en los tiempos previos al desarrollo de los tratamientos antirretrovirales de gran actividad (TARGA) o “cocteles”, la ecuación sexo=sida=muerte era hegemónica tanto en términos simbólicos como concretos y los varones que tenían relaciones sexuales con varones los más afectados. Podemos percatarnos del impacto sobre las comunidades gays de esta situación en decenas de textos de esa época y también algunos más actuales.

Néstor Perlongher el poeta, escritor y sociólogo argentino -cofundador del Frente de Liberación Homosexual- en 1992 se refiere a la irrupción del sida como la “era de terror” y se pregunta si se estaba asistiendo a la “muerte de la homosexualidad”. “Podría pensarse que la homosexualidad, como fenómeno de masas y particularmente sus aspectos más agresivos y ofensivos -como el sexo anónimo y promiscuo, propio, por añadidura, de la prostitución-, estaría desapareciendo.”10

El activista en derechos sexuales y reproductivos de Tijuana, Miguel Corral Estrada en su tesis de maestría donde conceptualiza la práctica de bareback como “dispositivo de producción de subjetividades disidentes”, reflexiona: “Me di cuenta que en mi experiencia personal y que de manera similar a otros homos había interiorizado, sin cuestionar, una relación del tipo sexo-SIDA-muerte… ¿Por qué los homosexuales tenemos que pensar en el SIDA, antes que nada, cuando cogemos y hacemos el amor? Limitar el deseo y no sucumbir ante la calentura del momento sino hasta que se esté seguro de usar condón...”11 El médico español Miguel Caballero aporta también en la misma línea: “Desde hace treinta años, follamos con miedo. Hemos crecido sabiendo, consciente o inconscientemente, que el máximo placer sexual nos puede matar… por razones históricas, sabemos que la carga del VIH… se ha puesto sobre todo en los gays. Ésa es una carga espantosa que llevar. ¿Dónde está el límite entre protegerse de ese miedo y protegerse del placer?”12 Incluso un estudio reciente subraya la impronta del miedo en muchas de las relaciones sexuales entre varones.13 Ahora bien, si el sexo “protegido” o como señala Perlongher, la abstención sexual lisa y llana son efecto del miedo es lógico pensar que, ante la efectividad de los nuevos tratamientos, el miedo disminuya, la percepción del riesgo sea baja, y con esto pierdan valor las medidas de protección. Y que, por otro lado, se minimice la posibilidad de transmisión de otras ITS debido a que el centro de las campañas siempre ha sido el vih-sida.

¿Barebacking como transgresión?

Nada frena al libertinaje y el verdadero modo de ampliar y multiplicar los deseos consiste en querer imponerles límites

Marqués de Sade

 

Derribar una barrera es en sí mismo algo atractivo; la acción prohibida toma un sentido que no tenía antes de que un terror, que nos aleja de ella, la envolviese en una aureola de gloria

Bataille, El erotismo

Algunos académicos sostienen que la práctica de barebacking tiene un significado simbólico de rebelión y transgresión contra los valores sociales dominantes, lo que, a su vez, crearía un sentido de libertad, independencia y protesta. Se trataría de una forma de transgredir el “control” que buscan ejercer sobre el cuerpo de los varones gays el higienismo médico, la ideología heterosexista y una suerte de “norma del buen gay” de cómo y de qué forma hay que coger.14

Así, Corral Estrada caracteriza el bareback como una práctica (contra)sexual que “irrumpe en la institucionalización del sexo marica, impuesto por el sistema homonormativo a través de políticas públicas de salud sexual… en este sentido, el bareback puede ser una forma de autonomía sexual.”15

Ávila Rodríguez y Montenegro Martínez siguiendo a Foucault lo conceptualizan como un “efecto rebote”, “una forma de resistencia, de los cuerpos en los que el poder se encuentra imbricado de forma más intensa: maricas promiscuas que cuestionan la norma que supone la salud sexual.”16

David Halperin, siguiendo a Michael Warner sugirió que “el atractivo del sexo queer, para muchos, yace en su habilidad para violar los marcos de responsabilidad de la gente buena de pensamiento correcto”, es aquello que “los esfuerzos de prevención del sida que apelan al buen ciudadano en todos nosotros no llegan a comprender. Si estuviéramos realmente abocados a ser buenos ciudadanos, no estaríamos teniendo tanto sexo gay sucio… La emoción intensa del sexo queer viene de que es anti-social.” Partiendo del análisis de textos de Genet y Jouhandeau, Halperin sostiene que la estructura afectiva de la subjetividad gay masculina está conformada en su origen por experiencias sociales de rechazo y vergüenza con las cuales se identifica, pero entremezclada con impulsos de transgresión, convierte la exclusión social en desafío social.17 No se trataría de transgredir lo prohibido, sino ocupar el lugar abyecto que la sociedad ha dado a las “maricas”, a las “locas”, a los “putos”. “Y transformar en orgullo, en principio de vida, lo que debería ser sentido como vergüenza, vivido como maldición.”18

Como venimos sosteniendo19 la mayor parte de las campañas están sostenidas en una concepción meramente racional del sujeto, sin embargo, la percepción del riesgo no consiste en una valoración “objetiva” de los peligros que implica determinada práctica, sino que se combina con una serie de variables que atraviesan la subjetividad como son las representaciones sociales y del grupo de pertenencia y otras que tienen ver con las determinaciones inconscientes.

Los mandatos e ideales no serán los mismos y varían de acuerdo al sexo, género, orientación sexual, clase social del sujeto, en función del lugar simbólico que el sistema social (en nuestro caso un sistema capitalista patriarcal cis-heteronormativo) les ha asignado, de la construcción diferente de sus subjetividades y de los papeles socioculturales específicos. Si esto no se tiene en cuenta los mensajes -en el mejor de los casos- caen en saco roto, o bien, provocan un “efecto rebote”, es decir, un desafío de los decires que vienen de lo que es percibido como un poder, un otro que intenta disciplinar cuerpos y subjetividades.

 

Ahora bien, en los 80 y principios de los 90 las relaciones sexuales más seguras y el uso de preservativos fueron vistos como elementos centrales del orgullo gay y como parte de lo que simbólicamente unía a la comunidad, en la actualidad estas representaciones han ido cambiando al punto de que cierto número de teóricos sociales le adjudiquen a cierto tipo de sexo no seguro sentimientos de libertad y autonomía e incluso elevar el bareback al rango de práctica “contrasexual”. Y así como podemos preguntarnos sobre los efectos de las campañas que apelan al miedo o de las que excluyen el deseo y la eficacia del inconsciente; también podemos preguntarnos sobre el efecto en los sujetos el considerar determinada práctica “de resistencia” o como “productora de subjetividades disidentes”. Quiero decir, quienes producen teoría, también producen subjetividad. Como reconoce Tim Dean: “nombrar algo como una subcultura es parte del proceso de formación de una subcultura; el modelo conceptual tiene una dimensión tanto performativa como descriptiva.”20

Lo que deseamos, lo que nos calienta, nuestras fantasías no tienen nada de “natural”, también están atravesadas por la cultura/subcultura a la que pertenecemos

Lévi-Strauss explica que la eficacia de ciertos fenómenos -en este caso tomemos la sensación de “intimidad”, “autonomía”, y/o “transgresión” que implican el intercambio de semen y/o el sexo sin preservativo- está íntimamente vinculada 1) con la red de creencias y lazos socioculturales en la que el sujeto está inserto; 2) las condiciones subjetivas de dicha práctica, y 3) las expectativas, es decir, el efecto deseado por el sujeto. Estas expectativas en relación con sus posibles efectos están codificadas culturalmente y poseen una eficacia simbólica concreta.21 Como planteaba León Rozitchner, el “ello” que al decir de Freud es el “dominio extranjero interior” para el yo, también está determinado por la cultura, “es lo externo cultural que está adentro”, pero que el yo lo percibe como si fuera ajeno tanto a la cultura como a sí mismo.22 Lo que deseamos, lo que nos calienta, nuestras fantasías no tienen nada de “natural”, también están atravesadas por la cultura/subcultura a la que pertenecemos.

Asimismo “el riesgo deliberadamente elegido es más aceptable que aquel impuesto por las circunstancias.”23 Y si además tiene un halo de pertenecer a una élite “disidente” o “transgresora” lo es aún más.

Algunas reflexiones para seguir pensando

El éxito de la tecnociencia contemporánea es transformar nuestra depresión en Prozac, nuestra masculinidad en testosterona, nuestra erección en Viagra, nuestra fertilidad/esterilidad en píldora, nuestro sida en triterapia.

Paul B. Preciado, Testo yonqui

Se usa el término “transgresión” con una connotación positiva cuando ciertas acciones permiten romper tabúes y prejuicios de una cultura y, en este aspecto, adquiere la fuerza de oponerse a los condicionamientos que limitan la potencia del sujeto y del colectivo social.24

Si aceptamos la hipótesis de que la práctica de barebacking es un analizador de las representaciones y discursos de carácter higienista orientados a lo que sería el “buen coger gay” y que limitan la potencia de todo un grupo de sujetos cuyas formas de gozar, de experimentar la sexualidad y de vivir, entran en colisión con esos ideales y ese “deber ser”, cabe preguntarnos si exponerse a contraer infecciones de transmisión sexual -sean el vih-sida u otras (hepatitis B, C, sífilis, etc.)- logran efectivamente ese empoderamiento. La réplica de un lector del Suplemento Soy a una nota sobre esta práctica nos lleva al menos a reflexionar sobre ese presunto empoderamiento: “…enfermarse no es sexy y mucho menos en un país como el nuestro dónde, y a pesar de muchos adelantos y avances, todo sigue siendo verde y lo peor sigue siendo oscuro… ¿Que si se siente ser libre al tener sexo sin preservativo? Sí, claro. Pero es esa noche o ese momento. Después, cuando estás esperando toda la mañana para que te atiendan en un hospital público, ¿te seguís sintiendo libre?”25 Aquí cobra relevancia también el grado de accesibilidad al sistema de salud por parte de poblaciones disidentes, tanto ante un padecimiento determinado, como para realizar un chequeo y/o una consulta (preventiva o informativa).

- ¿Qué se entiende por contacto “pleno” y “real”? En esta época de medicalización y cyborgización26 de la vida cotidiana resulta naíf afirmar que existe algún tipo de contacto “real” o “natural” y mucho menos sin la mediación de algún tipo de institucionalización.

- A propósito de la medicalización, en los últimos años ha cobrado fuerza la prevención pre exposición o PrEP -una de las estrategias de prevención del vih en la cual las personas que no tienen vih, pero que tienen prácticas que pueden exponerlos a la transmisión del virus, toman un medicamento antirretroviral para reducir la posibilidad de adquirirlo-. Incluso en algunas apps de contactos aparece “Negativo, tomo PrEP” entre las opciones posibles en cuanto a la actitud frente al vih. Disponer de esta herramienta (en combinación con testeos periódicos) para el cuidado del propio cuerpo es un avance promisorio, pero no podemos dejar de señalar la creciente medicalización de la vida cotidiana y en particular de la sexualidad. Y, por cierto, que nuestras vidas eróticas estén mediadas por el mercado y los grandes laboratorios, tampoco tiene nada de “natural”, en todo caso el “preservativo en grageas” ha tomado el relevo del preservativo de látex, además de los efectos en el organismo que implican consumir dicha medicación de forma regular.

- Ante estas reflexiones no cabe duda el replanteo necesario que requieren las campañas de prevención dirigidas a comunidades con formas disidentes de vivir y experimentar la sexualidad. Queda claro como hemos visto que no es a través de la imposición, ni a través de lo “puramente racional”, pero sí que la población objetivo debe formar parte de la elaboración de dichas campañas. Perlongher bregaba por “concebir una política sexual diferente, que no desconociese la multiplicidad de los deseos eróticos ni intentase disciplinar pedagógicamente a los perversos y sus gozos. Se trata de ofrecer la mejor información posible, pero afirmando simultáneamente el derecho a disponer del propio cuerpo y de la propia vida.”27

Suscribimos la propuesta de Perlongher, las campañas de prevención que apuntan al superyó o dan información a medias, fracasan. Y hay que poder hablar claramente del hecho de que los preservativos disminuyen la sensación del acto sexual e interrumpen la espontaneidad y en todo caso qué estrategias puede construir cada sujeto ante dichas situaciones y de qué modo erotizarlas.

El barebacking podría ser también un analizador ya no de “un sujeto autodestructivo”, sino de un fenómeno efecto de una cultura que no ofrece soportes y nos deja inermes ante la destructividad y autodestructividad de la pulsión de muerte

Pero también planteamos la salvedad de que con “la mejor información posible” no alcanza. Si bien sabemos que el deseo tiene algo de indomeñable, también está determinado por la cultura a la que pertenecemos. Y la cultura de hoy día valora el juego del “yo-yo” -el individualismo de la felicidad privada- y esto lleva al aumento de los efectos de la pulsión de muerte: la violencia destructiva y autodestructiva en todos los órdenes de la vida.28 Entonces, el barebacking podría ser también un analizador ya no de “un sujeto autodestructivo”, sino de un fenómeno efecto de una cultura que no ofrece soportes y nos deja inermes ante la destructividad y autodestructividad de la pulsión de muerte.

Carlos Alberto Barzani
Psicoanalista
carlos.barzani [at] topia.com.ar

 

Notas

1. “Because of the high incidence of venereal diseases, the military medical powers strongly suggested that GIs use condoms. A GI that had his sex without the use of a condom was known as ‘going in’ or ‘riding’ bareback.” Clark, Gregory, Words of the Vietnam War: the slang, jargon, abbreviations, acronyms, nomenclature, nicknames, pseudonyms, slogans, specs, euphemisms, double-talk, chants, and names and places of the era of United States involvement in Vietnam, McFarland & Company, p. 66.

2. Aquí debemos no perder de vista el tabú que implican el culo y lo anal -en el varón- en la cultura occidental judeo cristiana. Esto lo trabajan diversos autores: Guy Hocquenghem, Mario Mieli, Jorge Gumier Maier, Néstor Perlongher y más recientemente Javier Sáez y Sejo Carrascosa.

3. Gendin, Stephen, “Riding Bareback”, Poz Magazine, Nueva York, 1 de junio de 1997, en https://www.poz.com/article/RidingBareback123945736. Halkitis, Wilton y Drescher señalan que el término se utilizó por primera vez en la prensa escrita en 1996 en un artículo que escribió Jesse Green en el New York Times en donde se refería a él como “Flirting with suicide” (coqueteando con el suicidio). Halkitis, Perry, Wilton, Leo y Drescher, Jack, “Introduction: why barebacking?”, Journal of Gay & Lesbian Psychotherapy, The Haworth Medical Press, Vol. 9, Nº 3/4, octubre 2005, pp. 1-8.

4. Esta práctica se conoce como serosorting, es decir, tratar el tema del estado serológico al VIH con potenciales parejas y sólo tener relaciones sexuales sin preservativo con aquellas que se cree tienen el mismo estado serológico al vih. Por un lado, entre personas que saben que son seronegativas, y, por otro lado, entre personas que saben que son seropositivas.

5. Gendin, Stephen, op.cit. Entre otros autores que han promovido y reivindicado el barebacking podemos mencionar al actor y autor porno Scott O’Hara -Autopornografía: una memoria de la vida en el carril de la lujuria, 1997-, los escritores franceses Guillaume Dustan -En mi cuarto, 1996- y Erik Rèmès, también periodista y sexólogo -Serial fucker. Diario de un barebacker, 1999- entre otros libros y artículos. Ambos cultores del “sexo duro”, ubican esta práctica del lado del placer y la libertad y muy criticados por ACT UP Paris, ciudad donde se han generado grandes controversias en torno a este tema.

6. Cf Barzani, Carlos (comp.), Actualidad de erotismo y pornografía, Buenos Aires, Topía, 2015.

7. Ver, por ejemplo, Paula, Paulo Sergio Rodrigues, Bareback sex: discursividades na mídia impressa brasileira e na Internet. Disertación doctoral, Florianópolis, Universidade Federal de Santa Catarina, 2010, p. 84. Disponible en https://repositorio.ufsc.br/xmlui/bitstream/handle/123456789/92662/27710...

8. Cf. Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Buenos Aires, Topía, 2014, pp. 103-104.

9. Este tema lo desarrollan Sáez y Carrascosa, op. cit., p. 86.

10. Perlongher, Néstor, La prostitución masculina, Buenos Aires, Ediciones de la Urraca, 1993, “Post Scriptum” de la 1º edición en español, pp. 135-136. En un texto de la misma época agrega: “Con el Sida se va dando, sobre todo en el terreno homosexual… otra vuelta de tuerca del propio dispositivo de la sexualidad, no en el sentido de la castidad, sino en el sentido de recomendar, a través del progresismo médico, la práctica de una sexualidad limpia, sin riesgos, desinfectada y transparente. Con ello no quiero postular un viva la pepa sexual, dios nos libre, tras todo lo que hemos pasado (sufrido) en pos de la premisa de liberarnos, sino advertir (constatar, conferir) cómo se va dando un proceso de medicalización de la vida social.” “Me arriesgaría a postular que la reacción de gran parte de los homosexuales frente a las campañas de prevención está siendo la de dejar de tener relaciones sexuales en general, más que la de proceder a una sustitución radical de las antiguas prácticas por otras nuevas ‘seguras’, o sea con forro.” Perlongher, Néstor: “La desaparición de la homosexualidad”, El Porteño Nº 119, noviembre de 1991.

11. Corral Estrada, Héctor Miguel, “Hacia la construcción de un proyecto de autonomía sexual. El bareback como dispositivo de producción de subjetividades disidentes frente a la institucionalización del sexo marica”, Tesis de maestría, El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana, 2016, pp. 9-10.

12. Caballero, Miguel, “Preñar(se) de VIH. ¿Qué nos están diciendo?”, Imagina Más, 1/02/2016, http://www.imaginamas.org/inicio/pozbreeding/

13. ONUSIDA, UNFPA, Ministerio de Salud de Argentina, Adolescentes y jóvenes varones que tienen sexo con otros varones. Estudio sobre su salud sexual en AMBA, Santa Fe y Mendoza, julio 2021, pp. 36-37.

14. Ver, por ejemplo, los artículos de Tim Dean, Rubén Ávila y Héctor Corral Estrada.

15. Corral Estrada, Héctor Miguel, op. cit., p. 12.

16. Ávila, Rubén y Montenegro Martínez, Marisela, “Barebacking: condiciones de poder y prácticas de resistencia en la biopolítica de la Salud Sexual”, Atenea digital, Universitat Autónoma de Barcelona, noviembre 2011, vol. 11, núm. 3, p. 40.

17. Halperin, David (2006), “¿Qué quieren los hombres gays? Sexo, riesgo y la vida subjetiva de la homosexualidad”, Debate Feminista Nº 36, Centro de Investigaciones y Estudios de Género, UNAM, octubre 2007, p. 278. Halperin rescata una tradición, de ciertos escritores homosexuales que han desafiado la cultura hegemónica de su tiempo, esto ubica a ciertos varones gays en un linaje, una historia, de otros varones homosexuales que desafiaron la opresión de la sociedad de su tiempo.

18. Eribon, Didier (2001), Una moral de lo minoritario, Variaciones sobre un tema de Jean Genet, Barcelona, Anagrama, 2004, p. 54.

19. Cf. Barzani, Carlos, “Algunas reflexiones acerca del complejo vih-sida: del imaginario social al imaginario adolescente”, Revista Topía, enero 2001. Disponible en https://www.topia.com.ar/articulos/algunas-reflexiones-acerca-del-comple... y “Coger sin forro. Riesgo y clínica psicoanalítica”, Revista Topía Nº 91, Buenos Aires, abril 2021.

20. Dean, Tin, “Bareback time” en McCallum, E.L., Tuhkanen, M. (eds), Queer Times, Queer Becomings, New York, University of New York Press.

21. Levi-Strauss, C. (1949b): “La eficacia simbólica” en Antropología estructural, Eudeba, Buenos Aires, 1968, Cap. X.

22. León Rozitchner, Freud y los límites del individualismo burgués, ediciones de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires 2013, p. 54. Enrique Carpintero introduce el concepto de corposubjetividad para postular que la subjetividad se constituye a partir del anudamiento de tres espacios (psíquico, orgánico y cultural) que tienen leyes específicas. (ver Carpintero, Enrique, op. cit.)

23. Le Breton, David, Conductas de riesgo. De los juegos de la muerte a los juegos de vivir, Buenos Aires, Topía, 2011, p. 32.

24. Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Buenos Aires, Topía, 2014, pp. 222, 227.

25. Toscano, Héctor, “A propósito del bareback”, Suplemento Soy Página/12, 8 de mayo de 2009 disponible en https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-753-2009-05-08.html

26. Ver Hazaki, César, Modo Cyborg. Niños, Adolescentes y familias en un Mundo Virtual, Editorial Topía, Buenos Aires, Argentina, 2019.

27. Perlongher (1989), op. cit., p. 98.

28. Cf. Carpintero, Enrique, “Lo obsceno como exceso. El miedo de las mellizas Laguardia”, Revista Topía Nº 78, Buenos Aires, noviembre 2016.

 
Articulo publicado en
Noviembre / 2021

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