El giro del psicoanálisis: Dispositivos psicoanalíticos | Topía

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El giro del psicoanálisis: Dispositivos psicoanalíticos

 
Introducción

Inauguramos este espacio en Topía en la clínica para dar cuenta del giro que ha dado el psicoanálisis como consecuencia de las transformaciones en la subjetividad y los nuevos paradigmas en la cultura. Como venimos afirmando desde hace muchos años (Carpintero, Enrique, “El giro del psicoanálisis”, Topía en la Clínica, Nº 5, marzo de 2001), esto implica no solo nuevas manifestaciones sintomáticas, sino también un escuchar diferente del sujeto en análisis. Nuestra mirada clínica se encuentra con una subjetividad efecto del actual malestar en la cultura cuya historia social y política es soporte de la historización del aparato psíquico. Su resultado es poner en cuestionamiento el dispositivo clásico para implementar Nuevos Dispositivos Psicoanalíticos (Carpintero, Enrique, Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos, editorial Topía, Buenos Aires, 1999).  Donde lo “nuevo” refiere a aquello que fue excluido de la historia del psicoanálisis, ya que su oficialización trajo la exclusión de aquellas prácticas que cuestionaban lo instituido. Pero, con “nuevo” también queremos plantear la necesidad de modificar algunos conceptos que son insostenibles con la complejidad de nuestra práctica. Este estado de situación lleva a la complejidad que aparece en la clínica cuyas consecuencias no son solo del orden de la técnica, sino también de la teoría, la formación y la transmisión del psicoanálisis. Finalmente, con “nuevo” queremos señalar la diversidad de intervenciones clínicas donde en la singularidad del espacio transferencial es necesario construir dispositivos adecuados al padecimiento de cada paciente.  Esto ha llevado a que muchos analistas hayan realizado dispositivos con encuadres novedosos en los que se establecen reglas necesarias (encuadre) donde se instaura un artificio (dispositivo) cuyas condiciones propicias permiten escuchar el inconsciente. De esta manera pueden poner en evidencia modos de funcionamiento de la psique que difícilmente movilizarían un análisis clásico. Ello determina que ya no se puede seguir sosteniendo la, ya antigua, oposición entre psicoanálisis (el oro) y psicoterapia (el cobre). En este sentido el psicoanálisis “puro” se ha transformado en un psicoanálisis vulgar, un psicoanálisis del barro, un psicoanálisis especializado y adaptado a nuevas formaciones sintomáticas. Un psicoanálisis que no está identificado solamente con el dispositivo diván-sillón; lo cual lleva a que el terapeuta se implique con el barro de una subjetividad atravesada por el estar-mal de la cultura. Es desde ese barro que el analista va a modelar, como un artesano, el dispositivo pertinente a las posibilidades del paciente y la situación. Es cierto que algunos analistas siguen defendiendo un supuesto psicoanálisis “puro” y “ortodoxo” como verdad totalizante al servicio de intereses teóricos y políticas institucionales. También es necesario reconocer el peligro, en especial en estos tiempos que corren, de transformarlo en una psicoterapia adaptativa donde el objetivo esté dado por terminar con los síntomas para lograr el éxito social, en vez de contemplar qué le pasa al sujeto como “núcleo de verdad histórica”. Estas circunstancias no pueden seguir llevando a encerrarse en un lugar privilegiado para una secta de iniciados, cuya consecuencia es sostener un imaginario social que lo considera un tratamiento caro y que no resuelve las actuales demandas de atención.

La clínica actual nos enfrenta a un padecimiento que, en muchas ocasiones, no se expresa con palabras y, por lo tanto, no se la puede simplificar en la fórmula canónica “no hay demanda de un análisis”. Lo cual es cierto, ya que el desafío es cómo construir desde esa demanda de ser escuchado, un tratamiento. Tratamiento donde en los ámbitos de la Salud Mental los profesionales se encuentran exigidos entre los instrumentos teóricos y clínicos de su formación, los requisitos institucionales y las dificultades de las consultas que tienen que atender. Por ello este espacio plantea la diversidad de lecturas teóricas y clínicas que abren a debates posibles.

Los dos primeros textos refieren a tratamientos desarrollados en hospitales públicos. En el primero Carlos Barzani nos relata el psicoanálisis de un adolescente donde implementa un dispositivo que le permite intervenir en acto. En el segundo se relata una experiencia llevada adelante en el Servicio de Salud Mental, Área Adolescencia del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de la Ciudad de Buenos Aires, de grupos terapéuticos multifamiliares con adolescentes. Su objetivo es construir un dispositivo en el que se pueda desplegar la confrontación intergeneracional. Por último, Pedro Grosz desde Suiza describe una supervisión donde lo dicho en acto se anuda con la contratransferencia del terapeuta. Su análisis permite poner en evidencia la insistencia de lo siniestro.   
 

Psicoanálisis de un adolescente con supuesto ataque de pánico 
por Carlos Barzani

Grupos terapéuticos multifamiliares con adolescentes: un dispositivo para que se despliegue la confrontación generacional 
por Susana Toporosi, Susana Ragatke, Nicolas Rabain y María Eugenia Briancesco

Olvido del terremoto por Pedro Grosz

 

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Articulo publicado en
Abril / 2015

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