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Por un pensamiento crítico en Psicoanálisis y Salud Mental

 
Nota de Editores, Revista Topía N° 68, Agosto 2013

La coyuntura política de nuestro país muestra la vigencia del paradigma del capitalismo tardío, aunque tenga ropajes diferentes. Para demostrarlo vale hacer memoria. Una de las características del pensamiento neoliberal dominante en sus diferentes variantes es transformarse en una ideología totalitaria. Esta no da alternativas. Es “nosotros o el caos”. En realidad se plantea que: “o hacen lo que decimos nosotros o transformamos la sociedad en un caos a través de la economía.” Este pensamiento único, ya no es una técnica, sino una ideología de dominación. Para conseguirlo seducen con una vida que se puede comprar en cómodas cuotas mensuales, con el agregado del miedo a la catástrofe y la violencia de todos contra todos. Esta es la disyuntiva que se sigue planteando en nuestra sociedad, donde no parece haber otra posibilidad que “ellos” o “nosotros”. Y estas posiciones también han atravesado la discusión de la mayoría de los intelectuales.

Topía es una revista de pensamiento crítico donde el psicoanálisis se encuentra con la actualidad de la cultura. Y hoy es necesario insistir en ello. Hay dos acepciones del término “crítica”. Por un lado, una acepción kantiana que designa el examen evaluativo de las categorías y forma de conocimiento para determinar su validez. Por otro lado, en una acepción marxista, se dirige con las armas de la razón hacia la realidad sociohistórica para sacar a luz formas ocultas de dominación y de explotación existentes. Su fin, hacer aparecer, en negativo, las alternativas que dichas formas obstruyen y excluyen. “El pensamiento crítico es aquel que nos proporciona a la vez los medios para pensar el mundo tal y como es y tal y como podría ser”, como señala Louis Wacqant.

Este pensamiento crítico llevó a nuestra implicación a lo largo de todos estos años como ciudadanos, psicoanalistas y trabajadores de salud mental. Tomamos posiciones en relación a la sociedad y la cultura en que vivimos. Es pertinente recordar algunas de ellas. En agosto de 2001 denunciamos a través de una solicitada en los diarios la criminalización de la protesta social. Desde mucho antes de la oposición de las organizaciones médicas y psiquiátricas a las leyes de Salud Mental señalamos el avance de la contrarreforma psiquiátrica. Desde hace tiempo insistimos en la “socialización de la Salud”, para poder dar una solución a la cada vez más deficitaria atención en nuestro país. El abandono de los hospitales público es conocido. Por ello proponemos que “el Estado sostenga la salud pública desarrollando una política universalista de seguridad social con la participación de los equipos interdisciplinarios, los usuarios y los trabajadores que garanticen el derecho a la salud para el conjuntos de la población. Para ello debe asignar un presupuestos adecuado para da una cobertura de salud a todos los ciudadanos independientemente de sus posibilidades económicas y que los profesionales cobren un suelo acorde con la práctica que realizan.” En Salud Mental, el año pasado propusimos concretamente: “Hospital Borda: ni manicomio ni negocio inmobiliario. Por su transformación en un Centro Modelo de Salud Mental.”

En Salud Mental también se repite la supuesta disyuntiva de “ellos o nosotros”. Cualquier disyuntiva excluyente empobrece no sólo la discusión, sino la posibilidad de análisis y transformación.

Por un lado, es necesario destacar la importancia de la reciente reglamentación de la Ley Nacional de Salud Mental. Ya hemos señalado los avances que permiten esta nueva ley. Primero, en la defensa de los Derechos Humanos de los pacientes, modificando el Código Civil. Segundo, en la promoción de abordajes interdisciplinarios e intersectoriales, desplazando a los psiquiatras y los manicomios como ejes centrales para dar cuenta de las complejas situaciones de Salud Mental de hoy. Tercero, en cuanto a las estructuras manicomiales, se prohíben la construcción de nuevas y se promueve la transformación de las actuales. Cuarto, la reivindicación democrática entre los trabajadores de Salud Mental, que quedan en pie de igualdad para ocupar cargos de conducción de los equipos e instituciones de Salud Mental.

Pero por otro lado, es necesario decir, que pese a las “buenas intenciones” de las leyes y reglamentaciones, estas no se cumplen. Y se ha promovido una falsa dicotomía entre quienes apoyan a la ley y quienes se oponen: “progresistas” y “reaccionarios”. Y más aún, frente a los sucesos del Borda, algunos confunden defender la salud pública con defender los manicomios. Como si la estructura manicomial se pudiera reconstruir con topadoras, que encubren millonarios proyectos inmobiliarios. Ya lo hizo Reagan antes: una supuesta desmanicomialización como coartada de privatización y de abandono de pacientes en las calles convirtiéndolos en homeless.

La realidad es más compleja. Por qué a pesar de los avances señalados que promueve la ley, estos no se cumplen. Esto no depende de la mera voluntad individual de los Trabajadores de Salud Mental, como a veces se pretende. Es necesario, como con toda ley, que se promueva su cumplimiento con planes de transformación, presupuesto y recursos acorde a lo requerido y no simplemente discursos, relatos y voluntarismo. Esto lleva a no impulsar estructuras intermedias para una efectiva transformación del campo de Salud Mental.

Y a varios síntomas. Primero, al no haber estructuras adecuadas para la transformación de nuestro campo, se termina judicializando la Salud Mental, tal como lo denuncia Daniel Sans con lo sucedido en Río Negro en su texto de esta revista y más profundamente en su libro que publicamos recientemente Tratar la locura. La judicialización de la Salud Mental -Primer Premio del Cuarto Concurso Internacional Libro de Ensayo Topía 2012- . Segundo, la creciente privatización de la Salud Mental, bajo la coartada de la supuesta desmanicomialización. Ya hemos denunciado que muchas “altas” del Hospital Borda son derivaciones a Centros Psiquiátricos privados, con lo cual simplemente se desvían recursos públicos a favor de la privatización creciente de la Salud Mental. El objetivo de la contrarreforma psiquiátrica es favorecer la “desinstitucionalización privatizadora”, que además tiene su alianza con los grandes Laboratorios, ya que promueve que los psicofármacos sean el eje de la atención en Salud Mental. No hay nada más que ver como se multiplican diagnósticos y sus respectivas prescripciones medicamentosas en el DSMV. O sea, cada vez nuevos y mejores negocios. Tercero, la propuesta de una supuesta transformación con grandes anuncios y propuestas. Pero esto encubre no sólo la ausencia de planes efectivos, sino también la promoción de trabajos precarizados y clientelares bajo el rótulo de un supuesto progresismo de “trabajo comunitario” o “atención primaria”. En la mayoría de éstos, el estado no sólo contrata bajo condiciones de cualquier tercerizado, sino que no hay aportes de recursos y formación adecuados para llevar adelante dicha tarea.

Este número de Topía analiza y profundiza esta situación desde diferentes perspectivas. Por un lado, Enrique Carpintero en el editorial señala como la medicalización en los niños se ha transformado en un síntoma de época a través de “un control social en nombre de la salud introduciendo la medicina para resolver conflictos a través de psicofármacos fomentados por la industria farmacéutica”. En el dossier Políticas en Psicoanálisis y Salud Mental, se reproduce la mesa sobre “Políticas de desmantelamiento de la Salud” en la que participaron Luis Trombetta, Daniel Sans, Ángel Barraco y Enrique Carpintero. Los lectores podrán encontrar allí desde cuándo, cómo y por qué se producen estas políticas sostenidas de desmantelamiento de la Salud y Salud Mental en nuestro país y en el mundo. Graciela Zaldúa, en “El campo de la salud colectiva: deudas, deseos y demandas”, traza diagnósticos y propuestas en dicho campo. Grisel Adissi señala la distancia entre lo que promueve la ley de Salud Mental y lo que efectivamente se está realizando en los Centros de Salud. Finalmente, Laura Ormando nos relata en su texto la cruda realidad de lo que es la atención en Salud Mental en un Hospital Público en “T.E.G. (o el sutil arte de la guerra en la guardia)”.

Una de las cuestiones centrales para el sostén de este estado de situación en nuestro campo proviene de la hegemonía psicoanalítica estructuralista lacaniana. Esto implica una visión ahistórica de la subjetividad, que en la mayoría de los casos termina apoyando a los poderes reaccionarios. Sus efectos fueron analizados hace ya muchos años por Robert Castel, recientemente fallecido, en su clásico libro El psicoanalismo. En la separata de este número, Michel Tort analiza este fenómeno de psicoanalistas al servicio de los poderes más reaccionarios de la sociedad en su texto “Psicoanalistas ventrílocuos”. Allí señala no sólo como la “peste” de Freud ha sido pasteurizada, sino también cómo “a algunos psicoanalistas se les metió en la cabeza que les tocaba legislar acerca de la filiación y el parentesco en virtud de su reinado sobre el inconsciente…Con esa construcción de Lacan sumada a su original católico del Padre, con ese esquema teológico vestido con harapos ´psicoanalíticos´, algunos intentan oponerse a los vertiginosos cambios de las parentalidades en Occidente”.

Topía en la clínica nos ilustra cómo trabajar situaciones actuales con nuevos dispositivos psicoanalíticos. En el Ateneo Clínico, Rafael Sibils y Pedro Grosz analizan un caso que comienza como un supuesto “ataque de pánico”, pero que con el trabajo con la transferencia y contratransferencia avanza hacia otros senderos de la experiencia psicoanalítica. Irene Meler analiza escenas de la vida contemporánea de las relaciones de género desde una perspectiva psicoanalítica. César Hazaki aborda las causas y consecuencias del consumo de viagra por parte de los jóvenes para lograr una sexualidad tan “extraordinaria” como compulsiva. Juan Melero recupera las ideas de Fernando Ulloa a través de las enseñanzas que nos dejan “los libros de Ulloa”.

En Área Corporal, Carlos Trosman, en “Engordando al soberano” nos alerta como la Industria Química marca las políticas de Salud a través de la promoción del consumo de medicamentos y otros productos “saludables”.

Cristián Sucksdorf, en “La verdad está en el asesino”, nos muestra aquello que no solemos ver en los discursos de los genocidas, donde “la afirmación del modo de vida capitalista recurre al terror para asegurar su vigencia”.

Finalmente, Héctor Freire, historiza la cuestión del trabajo a través del cine, donde nos muestra cómo aparecen las ideas de Christophe Dejours. Allí logra complementar lo transmitido por Dejours en su reciente viaje a nuestro país con una filmografía para ayudar a entender la cuestión del trabajo y nuestra subjetividad.

Desde Topía seguimos aportando y apostando en el desarrollo del pensamiento crítico. Una sociedad verdaderamente democrática debe tener otras alternativas, necesarias para vivir en comunidad. Esta tarea es de todos nosotros. Este es nuestro aporte.

Hasta el próximo número.

Enrique Carpintero, César Hazaki y Alejandro Vainer

 
Articulo publicado en
Agosto / 2013

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