Son 50 años y muchos kilómetros los que nos separan del coloquio de Bonneval. Las polémicas de allí y entonces sobre el estatuto del inconsciente también quedan lejos. A esta altura de los desarrollos sería impensable considerar una sola definición de lo inconsciente. Hoy en día el psicoanálisis es un plural. Esto nos lleva a distintas concepciones de lo inconsciente en el seno de cada teorización psicoanalítica.
Freud siempre sostuvo que la interpretación de los sueños era la mayor de sus contribuciones. La convirtió en una herramienta fundamental para el trabajo analítico, la “vía regia” para el acceso a lo inconsciente. Para prevenir sus abusos, delimitó su uso en el desarrollo del tratamiento.[1]
Repudiamos el brutal asesinato de Mariano Ferreyra, militante de la FUBA y del Partido Obrero. Nos sumamos a todos aquellos que exigen al Estado la investigación, esclarecimiento y castigo de los autores intelectuales y materiales y de todos aquellos cuya complicidad permitió este terrible y cobarde hecho
Nota de Editores
En el siglo XXI, el capitalismo mundializado ha generado una cultura donde la hipocresía forma parte de las relaciones cotidianas. Este “fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan” atraviesa todos los órdenes de la subjetividad contemporánea. Y tiene una forma paradigmática: lo que llamamos “políticamente correcto”.
El deterioro de la Salud Pública es francamente calamitoso. A la falta de un presupuesto adecuado se le suma una política al servicio de los intereses privados. Sin embargo la lucha en el campo de Salud Mental continúa. Por un lado, el anteproyecto de Ley Nacional de Salud Mental que tuvo media sanción a fines del año pasado es cuestionado por el conjunto de las asociaciones de psiquiatras y diferentes organizaciones médicas, quienes realizaron un lobby para oponerse a su sanción en la Cámara de Senadores con diferentes argumentos.
La cuestión de la contratransferencia sigue desatando polémicas. Mi intención es avanzar en una perspectiva específica para este instrumento de trabajo. Para ello haré una breve vuelta sobre la historia para luego avanzar en algunas propuestas.
El viernes 21 de agosto de 2009 se realizó un Homenaje a Fernando Ulloa con la mesa redonda “Las herramientas clínicas del oficio del psicoanalista”, organizado por P.E.F. (Psicólogos en frente) y la Revista Topía. En la misma participaron Ana María Fernández, Alejandro Vainer y Enrique Carpintero, con la coordinación de Ileana Celotto.
Hace ya unos cuantos años, en mi trabajo dentro del manicomio, intuía que un paciente es mucho más que su diagnóstico. Eran “una esquizofrenia”, “una paranoia”, “una epilepsia”. Me parecían simples etiquetas para certificar una historia sin fin. Con dicha marca se justificaba lo injustificable: largas internaciones que poco tenían de terapéuticas. Estos argumentos, sean psiquiátricos o psicoanalíticos, eran coartadas para encubrir la defensa de un sistema manicomial.
Buenas noches. Voy a decir dos cosas. Trataré de ser breve, la emoción que yo suponía permitió que pudiera hacerme un punteo de lo que voy a decir; es muy fuerte este momento después de todo lo que dijeron. Primero, agradecimientos.
El tamaño de este libro y del segundo tomo, hubieran sido imposibles sin una cantidad de agradecimientos que ponemos en el libro, a nuestros entrevistados, a mucha gente que nos facilitó material con muchísima generosidad.
Vamos a describir algunas características del desarrollo del psicoanálisis en la Argentina durante la década del sesenta. Este período se caracterizó por los profundos cambios sociales y culturales y por la permanencia de una crisis en todos los ordenes: político, económico, social y cultural.
La crisis política y social había llevado a la realización de golpes militares que interrumpieron los gobiernos de Arturo Frondizi (1958-1962) y de Arturo Illia (1963-1966), los cuales habían ganado debido a la proscripción del peronismo1 Las huelgas y manifestaciones obreras y estudiantiles fueron una constante en la lucha por reivindicaciones políticas y sociales.
Mientras la sociedad empezaba a sentir los efectos de una política económica que disminuía su nivel de vida, la clase media se sentía desalojada de un espacio de ascenso social como era la Universidad. La idea “cientificista” - como se la denominaba en esa época- dejaba paso a un cuestionamiento de las teorías hegemónicas como el funcionalismo sociológico, el conductismo y el psicoanálisis kleiniano.
Coautor junto con Enrique Carpintero de los dos tomos de Las Huellas de la Memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los '60 y '70. Tomo I (1957-1969) y Tomo II (1970-1983) de Editorial Topía.
El año 1957 fue importante para la historia de la “Salud mental” en la Argentina por varios hechos que se produjeron: 1°) Se creó el Instituto Nacional de Salud Mental. Este comenzó a regular las actividades de los profesionales promoviendo políticas que iban a permitir que psiquiatras reformistas realizaran algunas modificaciones en la estructuras asistenciales manicomiales.
La crisis política y social había llevado a la realización de golpes militares que interrumpieron los gobiernos de Arturo Frondizi (1958-1962) y de Arturo Illia (1963-1966), los cuales habían ganado debido a la proscripción del peronismo1 Las huelgas y manifestaciones obreras y estudiantiles fueron una constante en la lucha por reivindicaciones políticas y sociales.
Mientras la sociedad empezaba a sentir los efectos de una política económica que disminuía su nivel de vida, la clase media se sentía desalojada de un espacio de ascenso social como era la Universidad. La idea “cientificista” - como se la denominaba en esa época- dejaba paso a un cuestionamiento de las teorías hegemónicas como el funcionalismo sociológico, el conductismo y el psicoanálisis kleiniano.
El encuadre o setting genera controversias en los psicoanalistas. No figura en ningún diccionario de psicoanálisis, pero hay mucho escrito sobre el tema. Suele definirse como el marco en el cual se produce el análisis. Sus constantes, muchas veces asimiladas a las “reglas de juego”, incluyen el espacio de trabajo, el uso del diván, los horarios, frecuencia y duración de sesiones, interrupciones, la cuestión del pago y el rol del analista. Algunas de estas reglas se formulan explícitamente mientras que otras nunca se comunican y forman parte de los ritos propios de cada análisis.
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra