Nota de los editores: Contra la psiquiatrizacion y/o la represión en Salud Mental | Topía

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Nota de los editores: Contra la psiquiatrizacion y/o la represión en Salud Mental

 
Revista Topía #90 - Noviembre/2020

Este año tenía que producirse el cierre de los manicomios y su reemplazo por propuestas alternativas (hospitales de día, de noche, casas de medio camino, etc.). Nada de esto ocurrió y la situación en los servicios se agravó con la pandemia. En el número anterior denunciamos la muerte de un paciente del Hospital Borda que fue atacado por una jauría de perros mientras paseaba por los fondos del hospital. Como decíamos, una muestra tremenda de la barbarie en los manicomios. En los últimos días ocurrió otro hecho grave. En la zona de Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires, un hombre con diagnóstico de esquizofrenia supuestamente atacó a un policía con un cuchillo y este se defendió con varios disparos. El resultado fue la muerte de ambos. La Asociación de Médicos Municipales -entre otros- con el apoyo de algunos medios periodísticos salieron a culpar de este episodio el hecho de que estuviera vigente la Ley Nacional de Salud Mental. El ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni y autoridades de CABA plantearon la necesidad de comprar las pistolas Taser para que se defiendan las fuerzas de seguridad. Según ellos, la Ley no permite las internaciones sin el consentimiento del paciente. Por supuesto, esto no es lo que dice la Ley. Por lo contrario, establece claramente la posibilidad de internar a una persona en caso de riesgo para él o para terceros. Además, está la resolución 506/2013 del ministerio de seguridad para los “Cuerpos policiales y Fuerzas de seguridad. Pautas de intervención para determinadas situaciones”. Allí se establece claramente el protocolo para que sus miembros sepan cómo actuar frente a personas con padecimientos subjetivos o consumo problemático de drogas desde una perspectiva que no los criminalice. En el texto hay una información detallada y operativa sobre casos de “riesgo inminente para terceros o para sí mismo”. En el año 2013 esta resolución fue muy difundida por los medios oficialistas, pero quedó en los papeles. Nadie la conoce.

Creemos importante destacar que para llevar adelante la Ley Nacional de Salud Mental es necesario generar un espacio de trabajo comunitario interdisciplinario e intersectorial entre la comunidad y los Hospitales y Centros de Salud Mental. De esta manera, se evitan internaciones innecesarias y se pueden generar espacios que soporten al paciente y sus familiares en las externaciones. Sin embargo, se confunde la Salud Mental pública y las acciones comunitarias con el trabajo para dar cuenta de la pobreza y la exclusión. Además, desarrollar un programa de atención primaria permite establecer redes familiares y sociales de atención y participación comunitaria. Al mismo tiempo, asistimos a un retorno del modelo asilar, no ya por vía de las internaciones masivas en hospicios sino por el modelo de relación asistencialista que se va imponiendo en las instituciones de salud del Estado que, abandonadas las premisas de la prevención y los principios comunitarios, responden a la demanda con la prescripción de medicamentos.

En este sentido, una serie de factores que fueron esenciales para el proceso de reconversión de los sistemas de atención en Salud Mental son molestos para los principios económicos de las empresas privadas. Por ejemplo, la comprensión comunitaria de los problemas de Salud Mental que exigiría dar cuenta de la complejidad de la determinación de las patologías para la utilización de estrategias comunitarias y la participación de los propios pacientes y las familias en los tratamientos. Esto es posible a partir de desarrollar lo que se conoce como desinstitucionalización donde se moviliza a todos los participantes del sistema institucional. No es solamente una reforma de las instituciones sino una desinstitucionalización de todos los profesionales conjuntamente con los pacientes, la comunidad, la opinión pública, etc.

Esto implica transformar los modos en que son curadas las personas ya que el tratamiento no es solamente la búsqueda de la solución-curación sino un conjunto de estrategias que consideran el problema a través de la revisión crítica del tratamiento mismo. Es decir, no hay desinstitucionalización sino se cuestiona el modelo médico hegemónico centrado en la medicalización. De allí la necesidad del eje que se sostiene en el trabajo interdisciplinario e intersectorial en tanto en la enfermedad también intervienen otros factores que tienen que ver con las condiciones de vida. Como plantea Roberto Mezzina, ex director de los servicios de Salud Mental en Trieste: “En Italia, la desinstitucionalización psiquiátrica se completó al punto de que se han cerrado todos los hospitales psiquiátricos en un lapso de dos décadas (1978-1999), gracias a un movimiento crítico previo y a la ley de reforma que se aplicó en 1978. Esta ley se basa en los derechos plenos (como el derecho a la libre comunicación, el derecho a apelar, a no tener tratamientos involuntarios prolongados, a la no detención durante esos tratamientos) y no contempla la intervención de ninguna autoridad de la justicia ni del orden público. Estos principios llevaron a que se lograra la tasa más baja de tratamientos involuntarios en Europa (17/100.000), así como la tasa de menor duración de estos tratamientos (10 días), lo cual evita que los usuarios del servicio pasen por un proceso pesado de institucionalización.”

Esta es una respuesta a los que siguen sosteniendo la Psiquiatrización y/o la represión en la Salud Mental. Pero también los que defienden la ley de Salud Mental solo como una serie de artículos y reglamentaciones que no se aplican; como sostiene Mezzina lo importante fue “un movimiento crítico previo”. Caso contrario, la ley queda en los papeles.

Este proceso de desinstitucionalización implica desarrollar -entre otros- dos aspectos fundamentales: 1º) La construcción de una política de Salud Mental desde abajo y desde el interior de las estructuras institucionales, mediante la movilización y la participación de los profesionales, los pacientes y sus familiares; 2º) La centralización del trabajo terapéutico en el objetivo de que los pacientes sean sujetos activos y no objetos en relación con las instituciones. Es aquí donde la participación de los diferentes sectores sociales es fundamental para los problemas de los desocupados, desafiliados, marginados, las cuestiones de género, de los distintos grupos etarios, etc. Esto se hace evidente actualmente en toda la problemática que nos trae la pandemia.

En este sentido entendemos que no hay salud pública sin la participación de los usuarios, los profesionales y los trabajadores. Caso contrario la salud pública queda en manos del poder hegemónico que utiliza al Estado para privatizar la salud.

El dossier de este número aborda los efectos problemáticos de esta larga pandemia y los diversos confinamientos. Situación general que promueve la fragmentación social y es aprovechado por el capitalismo actual que reinventa estrategias de dominación. Entonces, nuestra pregunta hoy es ¿Cómo inventamos lo que nos mantenía unidos? Enrique Carpintero, en su artículo editorial, “La política como producción de comunidad de las potencias” rescata “la actualidad del pensamiento de Spinoza que nos remite a un mundo donde el neoliberalismo capitalista se disfraza de democracia y el populismo de derecha o progresista aliena las potencias de los sectores sometidos. A él debemos oponerle la cautela de una razón apasionada que encuentra su potencia en la fuerza del colectivo social.” Lila María Feldman, en su artículo, plantea recuperar los diversos sentidos de lo común cuando “estamos todos desterrados, exiliados, en estado de diáspora y prometiéndonos un reencuentro que ya está definitivamente marcado por el destiempo y el desajuste”. Susana de la Sovera nos propone que “solo en el encuentro con otrxs puede encenderse la potencia que surge de la capacidad de afectar y de ser afectadxs, y por lo tanto solo entre otrxs podremos explorar nuevas formas de construcción de lo común.” César Hazaki, en “Planeta cyborg recargado”, analiza uno de los efectos de la pandemia, postulando como “las empresas tecnológicas han dado el zarpazo final para hacerse del conjunto de la economía mundial”. Y que nuestra “hiperconectividad virtual exige estar desvelados y reemplazar los sueños por conexión y consumos”. En la misma línea, el texto de Marcelo Rodríguez sostiene que “vivimos en una fase histórica en que el capitalismo se ha transformado en un sistema global de vigilancia con poder para manipular a los usuarios y dirigir su conducta”. Hernán Scorofitz analiza detalladamente estas cuestiones en un ámbito específico, en “Pospandemia y educación universitaria. El futuro llegó hace rato.”

En el Área corporal, Claudia D’Agostino nos presenta las diversas transformaciones del trabajo corporal a través de las pantallas en “Navegando la Pandemia”.

Topía en la Clínica aborda las distintas crisis que implica el trabajo terapéutico a distancia. Para ello, tres analistas nos acercan sus reflexiones. Alejandro Vainer, en “Tres preludios sobre la clínica psicoanalítica en la pandemia”; Martín Vul con “Tiempos Pandémicos. Tratamientos a distancia. Psicoanálisis. Psicoanalistas y Pacientes Adolescentes”; Carlos Alberto Barzani “Sobre confinamientos y placares. Diversidad sexual y pandemia”.

En Debates en Salud Mental, María Eugenia Padrón plantea las “Prácticas de salud mental en la pandemia. Consideraciones sobre la creación y la equidad”. Darío Cavacini retoma las necesarias ideas de Franco Basaglia, a 40 años de su muerte, rescatando la historia de la primera cooperativa social en Europa. Laura Ormando nos lleva a las entrañas de un Hospital Público en medio de la pandemia en “El destierro (gauchesco a medio pelo)”. Y, como es habitual, tenemos la columna de Tom Máscolo, sobre “El encierro en la pandemia: cómo viven travestis y trans en las cárceles”.

También en este número incluimos un apasionante caso clínico y sus necesarias reflexiones, en “Amanda” de Miguel Matrajt y Héctor Freire aporta el desafío poético en: “Del cine y la fotografía a la poesía”.

Con este número cerramos nuestros 30 años, en “el año de la peste”. Esta crisis mundial nos llevó al desafío de seguir produciendo pensamiento crítico en distintos y nuevos ámbitos. Desde un número de abril que solamente salió en PDF de descarga libre hasta la producción de diversas actividades en nuestro sitio de internet y la publicación de distintas temáticas actuales y nuevos libros. También esta misma situación nos llevó a modificar la fecha de cierre del Séptimo Concurso internacional de Ensayo 30 años de Topía para el 30 de agosto de 2021 (más información en la página 35).

Nuestro año 30 nos encuentra ampliando los necesarios territorios de pensamiento crítico, que siempre enciende una “chispa de la esperanza” en medio de esta crisis mundial.

Hasta el año que viene.

Enrique Carpintero, César Hazaki y Alejandro Vainer

 

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Articulo publicado en
Noviembre / 2020

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