Solamente el escribir el título de este texto me da escalofríos, creo escuchar, o por lo menos lo imagino, una risa “diabólica”, la amenaza se actualiza, la fragilidad de la vida se manifiesta: ¡el mal existe!
En efecto, si bien la cuestión del mal evoca inmediatamente un territorio teológico, místico, la diferencia reside en el hecho que siempre hizo falta mucha tinta y mucha fe para creer en dios y que, por el contrario, nadie duda de la existencia del mal.
Pero ¿qué es el mal? y ¿cómo podemos pensar hoy, en 2012, esta cuestión?