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Pandemia: efectos en las familias

Algunas observaciones desde el Psicoanálisis

¿Qué nos está dejando la pandemia en la familia? La pregunta es de una amplitud inabarcable para la observación del fenómeno y para examinar sus consecuencias. La dificultad proviene de -por lo menos- tres condiciones.

La primera es que el psicoanálisis, que trabaja con conceptos teóricos que pretenden ser generales, se encuentra con singularidades a las que estos conceptos no se pueden aplicar en forma directa. Esto ocurre con varias de las expresiones que se han producido y se siguen produciendo a raíz de la pandemia. Al mismo tiempo, carecemos del lapso de observación escrupulosa y detallada necesaria para identificar las manifestaciones que ha generado en la vida de la familia para comprobar si nuestras teorías amplían y enriquecen nuestra comprensión de este momento histórico.

El mar desde las casas

(Miradas a través del Cine)

A propósito de estas “accidentadas vacaciones”, por causa del tan comentado coronavirus y su posterior contagio y transmisión, que obligó a una cuarentena (la más larga del mundo), la mayoría no pudo o no quiso (por cuestiones preventivas y económicas) viajar a la costa, y a sus respectivos centros turísticos. Nos conformamos con mirar el mar a la distancia, por televisión desde nuestras casas. Donde “cuánto más nos acercábamos al mar, éste más se alejaba”. Y donde cada día nos levantamos, no de una pesadilla, sino a la pesadilla como en los textos de Kafka, en especial la novela El Proceso, llevada al cine por Orson Welles.

El mar sugiere el infinito, y cuando esta embravecido, causante de tragedias, naufragios y tsunamis. El mar como metáfora también de las pasiones humanas que sobrepasan, como pensaban los románticos, la capacidad racional

La política como producción de comunidad de las potencias

Editorial Revista Topía #90 noviembre/2020

La pandemia no vino para quedarse. Esto que vivimos, algún día para algunos quedará como una historia llena de anécdotas; para otros, la gran mayoría, tendrán una marca de la catástrofe económica o el trauma devastador de la muerte de algún ser querido. Pero la pandemia tiene una característica fundamental: ha corrido el velo de las inequidades del capitalismo tardío. Desde nuestros medios digitales miramos una realidad que antes estaba, pero no queríamos dar cuenta. La desigualdad social estaba enunciada en artículos y libros, pero hoy es una presencia que se ha vuelto obscena. La violencia de género y familiar fue potenciada por el encierro; el teletrabajo se instaló con una gran fuerza impulsando el sometimiento y la explotación; el desmantelamiento de la salud pública pone en evidencia la falta de recursos de los profesionales que es uno de los sectores más afectados por el virus.

Los sectores que defienden el capitalismo deben reinventar una estrategia de dominación. Esto no se va a dar sin conflictos internos de los sectores hegemónicos y con las luchas de los dominados

Oh que será…

Siete notas sobre los destinos de lo común (imaginando una pospandemia)

Nuestro mundo jamás se ha caracterizado por la igualdad, en cuanto a su administración de bienes y servicios, ni en cuanto a Derechos y garantías, ni aun en su distribución o reparto del tiempo y el espacio. “Lo común”, podría decirse que es una declaración siempre inexacta, siempre sujeta a los efectos y condiciones desigualantes, históricos e innumerables. Pero es también una construcción y una búsqueda irrenunciable. La libertad, no es entonces un bien del que disponer, ni un derecho o acceso al consumo, ni una expresión más de la propiedad privada, ni tampoco la capacidad de imponer deseos, sino la brecha que se construye singular y colectivamente cada vez que achicamos, disminuimos, desarmamos y combatimos el predominio de la desigualación, y construimos un “común”. Esta pandemia, una vez más, y en forma exacerbada, visibilizó que la desigualdad no es un sustantivo sino un verbo, no es un dato natural y estable sino una forma de distribuir recursos, entre los cuales también se hallan el espacio, el tiempo, las certidumbres, el futuro, la salud, etc. Se conjuga en acciones, se sostiene en políticas, se decide cada día. Por ello no se saldará únicamente con la vacuna.

Esta pandemia, una vez más, y en forma exacerbada, visibilizó que la desigualdad no es un sustantivo sino un verbo, no es un dato natural y estable sino una forma de distribuir recursos

Planeta Cyborg recargado

Entre los eventos económicos ocurridos durante el mes de agosto señalaremos dos: Wall Street ha marcado un nuevo record de operaciones, las empresas que han salido beneficiadas en este ir y venir de ese dinero especulativo son: Microsoft, Apple, Alphabet (Google) y Facebook, según la versión impresa del diario La Nación del 19 de agosto de 2020. Las cinco empresas acaparan el 22 por ciento de ese enorme volumen de dinero. Del mismo diario extraemos dos días después otro significativo dato: “Apple duplicó su capitalización de mercado en poco más de dos años y se convirtió ayer en la primera empresa norteamericana en bolsa de superar un valor de dos billones de dólares (…) Las acciones de Apple subieron aproximadamente un 60% en lo que va del año. (…) Ahora la tecnología se ha convertido en el petróleo del siglo XXI.”1 De acuerdo a esta caracterización es imposible pensar un modelo de negocios que se sostenga por fuera de las plataformas digitales. Son ellas las que crean, organizan y tramitan el e-commerce.

Las empresas tecnológicas han dado el zarpazo final para hacerse del conjunto de la economía mundial. Para ello han recibido la sorprendente e inesperada ayuda del devastador virus

Paranoia y algoritmos

La forma en que las nuevas tecnologías impactan sobre la conducta y la subjetividad no es consecuencia inexorable del progreso técnico, sino que responde a un diseño político y económico. La ciencia ficción nos puso en guardia ante supuestos robots humanoides que se rebelarían contra sus amos; la inteligencia artificial, aunque de modos más sutiles, superó esa fantasía.

Vivimos en una fase histórica en que el capitalismo se ha transformado en un sistema global de vigilancia con poder para manipular a los usuarios y dirigir su conducta

¿En busca del tiempo perdido? o ¿cómo fabricar tiempo?

También podría empezar por otro poema de Gabriel Celaya, “¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo”2, pero seguramente sería tildada de irresponsable y anticuarentena. Para luego seguir con “y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo” y sin duda me acusarían de romantizar los efectos de la pandemia.

La pandemia nos confundió, nos soldó en una ilusión de igualdad, al mismo tiempo que puso en evidencia y profundizó la enorme desigualdad en la que vivíamos

El futuro llegó hace rato. “Pospandemia” y educación universitaria

Tuve la oportunidad de publicar “Psicopatología de la vida cotidiana docente”1 durante el mes de mayo en Revista Topía, promediando poco más de un mes del inicio de la virtualidad en la vida universitaria nacional (y prácticamente en todo el mundo) y en pleno desarrollo de la pandemia y el aislamiento obligatorio en nuestro país.

A la hora de avanzar en la virtualidad que “llegó para quedarse”, queda evidenciado que no hay grieta entre decanos y rectores radicales, peronistas y kirchneristas y, menos grieta aún, entre ellos y los organismos financieros extranjeros

La lucha contra la epidemia y las protestas en Alemania

El Covid-19 comenzó su expansión por el mundo en un mercado de Wuhan, ciudad de más de un millón de habitantes en la China central. Probablemente de allí el virus saltó de los animales hacia el humano y rápidamente se extendió mediante el contagio a través de microgotas. A diferencia de epidemias anteriores, que no alcanzaban a los continentes europeo y americano, o apenas los rozaban, el agente patógeno de la nueva epidemia se aprovechó de las rutas de viaje y comercio de la actualidad y, en días o semanas, fue saltando de país en país y de continente en continente y así el Covid-19 se convirtió en pandemia. Sin inmunidad, sin estar preparados, sin medios de prevención o de curación, nos encontramos en una situación similar a la de los pobladores de las viejas culturas de América Central y del Sur cuando llegaron los conquistadores europeos. Inmunes ellos, los infectaron con enfermedades desconocidas para los autóctonos por las cuales la mayoría perecía miserablemente. La población europea fue azotada, una y otra vez, por epidemias frente a las cuales la mayoría de las veces se enfrentaba desvalida. Las que más se grabaron en la memoria colectiva fueron la peste y el cólera. Algunas de estas epidemias despoblaban comarcas enteras y eventualmente reaparecían o desaparecían del todo. Durante siglos lo único que se le podía oponer eran medidas higiénicas y de cuarentena.

Desde hace 150 años las enfermedades infecciosas dejaron de ser a causa del destino, tan poco como lo son las guerras o las catástrofes de Chernobyl o Fukushima

La pandemia y la crisis en el trabajo

Voy a hablar ahora más específicamente de la vinculación entre la epidemia y la crisis del trabajo.

Si queremos formarnos una idea del trabajo, de la manera en la cual el trabajo se verá afectado por la experiencia política que el Estado y la patronal adquirieron por el ejercicio del gobierno durante la crisis, es preciso dejar todos estos problemas generales de costado o a un lado.

Entonces voy a aburrirlos un poquito más con las exigencias y los métodos de la clínica del trabajo, abandonando estas cuestiones más generales y entrando en detalle de lo que ocurre del lado del trabajo vivo, sino temo que dejemos de lado lo esencial.

Esta crisis del coronavirus es la ocasión para el poder neoliberal de iniciar una nueva etapa en la transformación de la organización del trabajo

El sujeto es portador de cultura

Editorial Revista Topía #88 abril/2020

Frederic Jameson escribió en el libro Las semillas del tiempo su famosa frase: “Parece que hoy en día nos resulta más fácil imaginar el total deterioro de la tierra y de la Naturaleza que el derrumbe del capitalismo.” Cuando se lo cita no se aclara que para tener esta sensación fue necesario separar el deterioro ecológico del desarrollo del capitalismo tardío. Es decir, este pesimismo implica que no existe una posible alternativa anticapitalista a los efectos de la desregulación en la llamada “libertad de mercado” que, en realidad, es el poder de las grandes empresas mundializadas. En este sentido poder dar cuenta de estas circunstancias adquiere cierto sentido de urgencia de época por los efectos que produce en el colectivo social. De allí la necesidad de entender que el sujeto es portador de cultura y, como tal, manifiesta los síntomas de la civilización en la que vive. Podemos decir que en la actualidad predominan aquellos que refieren a la negatividad; entre ellos se destaca la depresión. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se calcula que la depresión afecta a más de 300 millones de personas en el mundo, que cerca de 800.000 personas se suicidan al año, el 78% de los suicidios se produce en países de bajos y medianos ingresos: es la segunda causa principal de defunción en jóvenes de 15 a 29 años. Sin embargo, hablar de “depresión” de un modo tan amplio recubre una gran variedad de matices y posiciones subjetivas que conlleva una cultura donde triunfan las pasiones tristes.

El Dios spinoziano no conoce y razona para luego actuar; conoce obrando y obra conociendo

Depresión o trascendencia

(sobre algunos cambios de palabras)

A partir de los años 80, con el pleno triunfo del llamado neoliberalismo (un eufemismo, como el de globalización, para la mundialización de la ley del valor del capital1), entró en escena un nuevo personaje protagónico, con -no podía ser de otra manera- un nuevo lenguaje. El personaje es un curioso sujeto colectivo, proteico y multiforme: se llama Los Mercados. Otro eufemismo, claro. Antes, en los sesenta y setenta, hablábamos de la burguesía o de la clase dominante. La burguesía podía ser “nacional” -aunque algunos creíamos poco en ella- o “multinacional” -más directamente ligada a los intereses entonces llamados imperialistas, y no “globalizados”-.

Como hubiera dicho Freud, se empieza por ceder en las palabras, y se termina concediéndole todo al enemigo

Las depresiones y sus conflictos

¿Qué es lo propio de las depresiones? ¿Hay conflictos específicos? ¿Qué constelación conceptual puede dar cuenta de una clínica de las depresiones? Esbozaré las primordiales.

Primer esbozo: hay que entender la relación yo/superyó-ideal del yo, los baluartes narcisistas, la modalidad de tramitación de duelos y traumas pasados y presentes, los efectos de la vida actual y de los proyectos (personales y compartidos) en las valoraciones del yo.

He postulado que el meollo está en la relación entre el yo y los valores y metas interiorizadas. Cualquier frustración narcisista puede precipitar una depresión al producir un colapso parcial o completo de la autoestima si el sujeto se siente incapaz de vivir acorde con sus aspiraciones. A mayor distancia entre esas aspiraciones y la imagen del yo, más recursos se destinarán a disminuir ese hiato. Un yo empobrecido por el exceso de defensas y en su capacidad de lograr acciones satisfactorias altera el sentimiento de estima de sí.

Las depresiones representan, después de las enfermedades cardíacas, la mayor carga sanitaria si se calcula la mortalidad prematura y los años de vida útil que se pierden por incapacidad

No es depresión: es hambre

Lo incompresible por inadmisible

Los adultos, somos como niños tratando de comprender las fuerzas que sostienen el sistema que nos hace y que, muchas veces, quisiéramos ayudar a deshacer.

Somos como niños enfrentados a un mundo cuya organización económica, política y social es tan incomprensible como el equilibrio que lo sostiene.

Creo recordar que fue Jean Piaget quién afirmó que “somos como niños tratando de comprender”… comprender un mundo en el que el desarrollo más increíble de la ciencia y de la técnica -el dominio de la naturaleza en base a la informática, la genética, la robótica- coincide con la falta de seguridad, la ausencia de justicia e igualdad, la desesperanza que se adueña de la infancia y bien pudiera resumir sus condiciones de vida; o, más bien, sus condiciones de muerte.

El hambre es la causa directa del 38% de las muertes de niños menores de 1 año y del 60% de los de 1-4 años

No hay dolor sin sufrimiento

La Editorial Topía publicará próximamente Experiencias del dolor. Entre la destrucción y el renacimiento, el nuevo libro de David Le Breton. Este Sociólogo y Antropólogo es autor de numerosos libros y ensayos. En este texto, continúa una línea de trabajo que comenzó en Antropología del dolor (Seix Barral, 1995), Conductas de Riesgo (Topía, 2011) y La piel y la marca (Topía, 2019). Es decir, dar cuenta del dolor, el sufrimiento y la experiencia de la propia identidad en interjuego con la propia sociedad y cultura.

Aquí adelantamos un fragmento de la introducción.

Esta obra trata sobre la experiencia del dolor, de qué manera es vivido y sentido por los individuos, sobre los comportamientos y las metamorfosis que induce. Se trata de estar lo más cerca de la persona esforzándose por comprender lo que vive a través de las herramientas de la antropología. Esta obra prolonga, de algún modo, Antropología del dolor, que insistía sobre todo en la dimensión social y cultural del dolor. A partir de la primera edición de ese libro, no sólo continué esas investigaciones en el contexto de la enfermedad o los accidentes, sino que prolongué incluso aquellas concernientes a las conductas de riesgo de los jóvenes, o en los deportes extremos, en el body art o en los ritos contemporáneos de suspensión (2003).1 Estas figuras múltiples del dolor expanden la comprensión mostrando considerables variantes de experiencias.

Si bien ciertas experiencias dolorosas destruyen a la persona, otras, a la inversa, la construyen

El sexo tecnológico y los célibes de Internet

El desarrollo tecnológico incrementa y diversifica las posibilidades de realización de lo que se denomina sexo virtual. En la avanzada de la realidad virtual el cuerpo puede emitir y recibir sensaciones eróticas de otro cuerpo que está muy lejos. Esto requiere visores 3D y sensores adosados a la piel de cada uno de los participantes. Es una actividad regida por algoritmos que produce intercambios sexuales de manera nunca vista antes.

En el maridaje de humanos y máquinas el tecnosexo promueve este erotismo solitario y al mismo tiempo en compañía virtual. Así el sexo en solitario ya no es lo que conocimos antes de las máquinas de comunicar, ha devenido en tecnosexo. Donde la extimidad1 y la hiperconectividad mandan.

El tecnosexo entusiasma por la supuesta practicidad que trae la virtualidad. Es el canto de sirenas llamando al erotismo instantáneo. Todo parece estar al alcance de un like

Para una crítica de la razón tecnocrática

La cuestión no es nueva, pero cobró notoriedad masiva entre nosotros en marzo de 2019, cuando un encuentro internacional los reunió en la ciudad de Colón, en el extremo noroeste de la provincia de Buenos Aires: sin metáfora ni mediación simbólica que lo relativice, gran cantidad de personas en todo el mundo -adultas, educadas, muchas incluso prestigiosas en sus respectivas profesiones y razonablemente inscriptas en lo que los códigos sociales dan en llamar “una vida normal”- creen que la Tierra es plana y lo sostienen con activa militancia. Se reúnen en congresos, comparten información y correspondencia, conforman un jugoso target para una literatura y un merchandising que hacen al negocio de varios y organizan pruebas públicas de contrastación empírica para “refutar”, en épico alarde de la filosofía del “hágalo usted mismo”, aquello que el conocimiento instituido tiene como una de sus mayores certezas: la esfericidad terrestre.

No fue la NASA quien probó la esfericidad terrestre sino Eratóstenes de Alejandría, quien hace 2.500 años calculó además el tamaño real del planeta

Un documental que cuestiona la organización de la Salud Mental en la Argentina

El vecino del PH. Del barrio al manicomio

(Lumière versus Méliès): la historia del cine, ese gran creador de los mitos del siglo XX, nació como una curiosidad científica, pero no como un invento, sino como un proceso. Niepce (en 1824 logró fijar la reproducción de un objeto por medios químicos, después de una exposición de doce horas), Daguerre (y la prehistoria de la fotografía), Reynaud (creador del teatro óptico), Plateau (inventor del fenaquistiscopio: un disco de figuras pintadas que producía la ilusión de movimiento continuo), Greene (en 1888 logró la proyección de imágenes en laboratorio), Edison (que en 1889 creó el kinetoscopio: una caja de madera vertical para visión individual). Incluso, la historia podría reducirse a un enfrentamiento: el de los hermanos Lumière (creadores del cinematógrafo) y el “mago” Méliès (inventor de los primeros trucos o “efectos especiales”, como se los llama hoy). Los primeros creían en el potencial del cine para dar a conocer mejor, y explicar lo real. El segundo se servía de las imágenes en movimiento para crear “otros mundos”. Los Lumière registraron (“documentaron”) para siempre, y proyectaron el 28 de diciembre de 1895 al fondo del Gran Café del boulevard de Capuchinos: La salida de los obreros de la fábrica, La llegada del tren a la estación de la Ciotat, La demolición de un muro, El estanque de las Tullerías. Lo propio de su cine fue, en definitiva, valorizar y celebrar lo real. Hacer con su apellido, luz en las sombras. Pero enseguida llegó “la magia”: Méliès; y lo fantástico. O lo que en 1902 era fantástico. Méliès no documentó lo real, en cambio adaptó las novelas de Julio Verne: Viaje a la luna, y en 1907, 20.000 leguas de viaje submarino. Estos son los dos puntos de partida: el documental y la ficción. Incluso, son los dos grandes géneros cinematográficos iniciales. Aunque como hemos “visto” antes, el origen del cine es esencialmente documentalista. Y el hecho de que Méliès haya tenido muchos más seguidores que Lumière no es obstáculo para que la corriente documentalista inaugurada por estos últimos tenga también una larga historia marcada con grandes nombres. Sin embargo, y si bien los primeros registros del cine fueron documentales, aún se estaba lejos de elaborarse el concepto de documental. Esto recién ocurrió en la segunda década del siglo XX, como consecuencia del descubrimiento del primer plano, atribuido a Griffith, y al desarrollo del montaje que llevaron a cabo los cineastas rusos. Podríamos decir que el documental empieza con el documento y termina con el argumento. Un documento no es aún el documental, y la ficción de un argumento comienza a curvar la insobornable veracidad hacia los laberintos de lo fantástico. De ahí, que los límites del documental sean difusos, problemáticos y discutibles. Pero sin “veracidad no hay documental”, como “no hay ficción sin verosimilitud”. Luego vendrá Flaherty, quizás uno de los nombres más importantes en la historia del documental.

La historia podría reducirse a un enfrentamiento: el de los hermanos Lumière (creadores del cinematógrafo) y el “mago” Méliès (inventor de los primeros trucos o “efectos especiales”)

La noche del demonio

Escritos de guardia

Se jubila la de interconsulta. Hablá con Sonsoles. Es ahora o nunca, una brecha de espacio tiempo que no va a volver a repetirse. No quiere meter a nadie más en ese equipo, andá y peleale el cargo.

 

La que envía el mensaje es Leia, mi amiga de Consultorios Externos. La única capaz de leer la Matrix hospitalaria: si ella lo dice, es información verdadera. No habrá más oportunidades como esta para salir de la guardia. El único problema es que esa salida es Sonsoles, una especie de madre de los demonios que despide azufre en la mirada.

Meses de debate interno y sufrimiento emocional llevaron a decidirme: me voy con todos los costos y peros del mundo. Así que no hay otra que enfrentar a Daemonia. Me meto un crucifijo en el bolsillo de la chaqueta, una foto del papa Francisco en el otro y un par de ajos por si todo lo demás falla.

Joven Quebrado

Pondremos la atención en los jóvenes japoneses que se encierran en su habitación por años. Una historia tan dolorosa como llena de aristas, de la que Michitaro Tada dio los primeros indicios: “La gente joven hoy parece sentirse torpe o incómoda con sus padres (…) ni bien entra el padre el joven inmediatamente se calla o sube a su habitación. A partir de eso, las cosas se ponen cada vez peor y ni siquiera sale del cuarto. Como un inquilino en una pensión, se queda siempre dentro de su espacio individual. Para la cena llama a la casa de ramen (sopa de fideos y caldo que es la comida rápida de Japón) del barrio, y se le entrega la comida ¡directamente a su cuarto!”1. Tada agrega que el samurái tenía su habitación siempre preparada para salir a campo abierto y dar batalla, es decir, que estaba organizada austeramente, un lugar de paso, lo importante pasaba lejos de ella cuando se salía de iza Kamakuna (dar batalla). “No es bueno juntar cosas y abarrotar un lugar: esta es la estética del samurái.”2 Mientras el camino del guerrero, que la sociedad japonesa anterior a la modernidad admiraba como modelo a seguir, se va diluyendo con las nuevas formas culturales, sociales y subjetivas en el Japón moderno, encontramos que la epidemia se expande a gran velocidad.

Los Hikikomori son jóvenes varones, en su mayoría primogénitos, que se encierran en sus habitaciones en la que pasan muchos años sin tomar contacto con nadie, en silencio

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