En febrero de este año se realizó, en Barcelona, un Coloquio1 acerca de las transformaciones en la sociedad y el psicoanálisis. Fue este un intento logrado para analizar las relaciones y los efectos que se han desarrollado entre ambos, atendiendo a las transformaciones sociales en curso que se reflejan en las modificaciones de las condiciones de vida, en los valores, los modelos y los ideales.
En la conferencia dictada en Buenos, en junio de 1994, realizada en el teatro Coliseo por U. Eco, llamada “UN AUTOR Y SUS INTERPRETES”, el escritor italiano, plantea algunas cuestiones importantes en cuanto a la interpretación de la obra de arte. Por ejemplo, que un artista no debe proporcionar interpretaciones de su propia obra.” Una obra es una máquina concebida para producir interpretaciones, y cuando la obra está ahí, al autor debe callar”. Un texto es un producto cuya suerte interpretativa debe formar parte de su propio mecanismo generativo.
Es una idea compartida entre las diversas corrientes psicoanalíticas que la interpretación es su instrumento específico. Desde que Freud definió que los sueños, los síntomas, los actos fallidos o los chistes encierran sentidos, hallarlos se convirtió en meta. La propuesta introduce un corte radical: no se trata de hallar la causa sino el sentido. Si ante el despliegue iracundo de un paciente un analista señalara la posible relación de esa rabia con conflictos con la madre, se referiría a la causa.
Si en el campo de juego el jugador de fútbol se detuviera a pensar en lo que hace o va a hacer, lo que automáticamente devendría es su paralización: sus movimientos son impensados, y mantiene al mismo tiempo que los realiza la apreciación de dónde se encuentran ubicados sus compañeros y los contrarios, puede "adivinar" sus movimientos; cada tanto alza la cabeza para confirmar o procesar correctamente sus cálculos, en los cuales no piensa un solo segundo pero que igualmente realiza, y le permiten acomodar su cuerpo, crear movimientos y jugadas, deslizar con precisión la pelota, eludir contra
Puedo suscribir esta afirmación (“La interpretación no alcanza”) si al mismo tiempo afirmo paradojalmente que la interpretación alcanza.
Me propongo desglosar en primer término este juego de afirmaciones.
Voy a tomar dos momentos del tratamiento de un niño de ocho años con diagnóstico de epilepsia. El primero trata de la construcción del dispositivo y del vínculo terapéutico, mostrando las atípicas formas que fue cobrando la ruptura del encuadre tradicional y la construcción de uno nuevo y distinto con predominio de la acción. El segundo, de la que podría caracterizar la anteúltima etapa del tratamiento, para mostrar la evolución que se fue dando en el niño y donde cobran mayor relevancia las palabras.
Margaret Little, psicoanalista británica, realizó su análisis personal con Donald Winnicott desde 1949 hasta 1955, y en su libro Relato de mi análisis con Winnicott cuenta:
“Trece años después de la primera vez que busqué ayuda psiquiátrica, y con 48 años de edad, llegué a D.W. Me resulta imposible dar un informe claro, coherente o detallado, como quisiera, del tiempo en que me atendí con él. Sólo puedo evocar algunas cosas que ocurrieron.
Como esos mascarones que ubicados en la proa de los barcos parecían indicar que los remolcaban, la nave del psicoanálisis se deslizó durante años llevando, pero aparentando ser llevada por, algunas alegorías que se titulaban Comunicación, Encuadre y también Diván.
Nos conocimos en 1969. Teddy tenía entonces once años y estaba hospitalizado en una institución psiquiátrica infantil después de tres intentos de suicidio reconocidos. Un colega mío de Seminario Psicoanalítico regresaba a Alemania y buscaba a alguien que pudiera sustituirlo. Me contó brevemente que visitaba a Teddy desde hacía un tiempo y que el niño se limitaba a quedarse sentado sin contar nada, haciendo hoyos en la arena, a veces incluso como enajenado.
De reojo. Apenas podía mirarlo de reojo. Disimulando. Dentro de no más de una hora, la traición sería evidente. Cuando el flete llegara, los peones sacarían varias cajas, algunos muebles, pero dos elementos quedarían abandonados: una vieja lámpara de caireles marchitos y el viejo diván. El estoico mueble había acompañado mi nomadismo de locatario contumaz durante mas de 15 años. En la práctica fue el único elemento que pudo mantenerse de la época de los rígidos encuadres, porque las hiperinflaciones, los ajustes y otras calamidades transformaron al resto en alocadas variables.
Desde aquella versión de la obra de Émile Zola que en 1902 hiciera Ferdinand Zecca para su film Víctimas del alcohol, o desde la adaptación teatralizada de la novela de Julio Verne Veinte mil leguas de viaje submarino efectuada por “el mago” George Mélies en 1907, pasando por David Griffith y Sergei Eisenstein (momento en el que el cine-invento mecánico de los Hnos. Lumiére corta las amarras con su pasado teatral, pictórico y literario) hasta las más actuales absorciones de distintas disciplinas hechas por el cine, se ha recorrido más de un siglo.
Cuando Topía me pidió un texto que hablara de “Psicoanálisis sin diván” mi primera reacción fue de risa, porque me pareció que preguntarse acerca de si el Psicoanálisis sale con o sin diván sería algo que debería preocupar a un fabricante de divanes. Pero no a un psicoanalista. Después, poco a poco, las cosas se me fueron poniendo más serias.
Este trabajo apunta a colaborar con los analistas de niños y adolescentes que realizan la compleja tarea de diagnóstico cuando hay sospecha de abuso sexual.
Se observan distintos modos de presentación a la consulta de niños y adolescentes que han sufrido alguna vez o siguen padeciendo una situación de abuso sexual:
–Relatan por motus propio el abuso
–En el transcurso de un tratamiento psicológico al que llegan por otro motivo, ligan los síntomas o trastornos que presentan un episodio o varios que callaron durante mucho tiempo.
Es uno de los descubrimientos básicos de Freud, sin el cual los pacientes hubieran debido recostarse en el piso del consultorio, o bien, quedar suspendidos en el aire. El diván es parte insoslayable del encuadre, tal como los honorarios, el horario, el retrato de Freud, o la presencia del psicoanalista.
Pero el diván no fue utilizado desde los comienzos mismos del psicoanálisis.
“Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda. Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros” (1)
En el imaginario social la práctica del psicoanálisis se sigue asociando con el diván. Esta situación fue producto de una época y una generación de analistas que instituyeron unas condiciones de analizabilidad en la que predominaba una perspectiva idealizada del psicoanálisis. Los tiempos han cambiado. Los pacientes actuales son más difíciles que en el pasado. Nos encontramos con síntomas que no son sólo del orden de la represión de la sexualidad. El analista se encuentra con patologías que no aparecían en los primeros tiempos del análisis.
Este trabajo da cuenta de la perspectiva de un Servicio de Adolescencia en el que pediatras, ginecóloga, asistente social, psicopedagogas y psicoanalistas trabajan en la atención ambulatoria, con una mirada integral del adolescente, bajo un modelo interdisciplinario desde el momento de la admisión.
Ante las evidencias en la clínica de la afluencia creciente de otras patologías que diez años atrás no se veían tanto, surge la pregunta: ¿hay algo nuevo? ¿qué es lo nuevo?
En la ciudad de Buenos Aires, cerca de un 6% de los niños en edad escolar están medicados con ritalina.
Supuestamente presentan trastornos en la atención e hiperactividad. Niños de características psíquicas muy diversas: desde los que presentan fallas estructurales hasta los que atraviesan situaciones de duelo, por mencionar sólo dos ejemplos. Todos son englobados bajo un mismo diagnóstico y terapéutica.
Este trabajo desarrolla los fecundes aportes que el psicoanálisis puede realizar para operar eficazmente singularizando situaciones y sujetos.
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra