Paciente nuevo. Suena el timbre. Todavía no abrimos la puerta; en esa brevísima demora la ansiedad ante lo (ante el) desconocido se conjuga con la curiosidad ante lo (ante el) que se está por conocer. La breve información que nos dio el derivador, la particular voz del que consulta registrada por el contestador, las palabras y los tonos con los que nos pide la entrevista: todo eso entreverado será contrastado con alguien que al presentarse ante nosotros será siempre distinto a lo que imaginamos. Al abrirse la puerta se pasa del entrevero a la entrevista.
Por distintas razones se ha privilegiado de modo excluyente el lugar de la palabra en la cura psicoanalítica, siendo que la psique no está habitada solamente por representaciones-palabra, y existiendo además situaciones clínicas en las cuales la curación no pasa, en lo esencial, por el trabajo con la palabra -ocupando éste un lugar secundario-.
Este título (que me dieron) parece una bolilla de examen. ¡A mi edad! Lo voy a usar como pretexto para hablar de lo que me interesa hablar. De un sentimiento de estar bajo la presión de las certezas: certezas acerca de las “formaciones sintomáticas actuales”, certezas acerca de la “técnica del trabajo con los sueños”. Y es precisamente de la ausencia de certezas de lo que necesito hablar.
Empiezo por “formaciones sintomáticas actuales”:
El paciente es un hombre de 48 años, profesional, trabaja y en los últimos meses viene teniendo dificultades con su nueva compañera para tener relaciones sexuales.-Cuando las logra es solamente con una situación fantaseada triangular voyerista-exhibicionista donde el realiza el coito con su mujer pero tambien es otro que mira, aunque el describió inicialmente la situación como “otro mira”.
Recordemos: Freud encontró en la interpretación de los sueños “la vía regia” de acceso a lo inconsciente. Su resultado fue un texto cuyo título en alemán, Die Traumdeutung une indisolublemente el sueño con la interpretación. Este fue puesto en venta el 4 de noviembre de 1899. Franz Deuticke, la casa editora, coloca en el libro la fecha de 1900. La edición fue de 600 ejemplares. En los primeros dos años se vendieron 228 ejemplares. La tirada original recién se agotará luego de ocho años. Las reseñas del libro no son numerosas, en su mayoría de gente proveniente del campo de la cultura.
“Lo corporal” se apoya en diversas técnicas corporales cada una con su propuesta y encuadre de trabajo, con una visión particular sobre el sujeto y el mundo, con su forma de pensar el cuerpo y las problemáticas que él plantea: la Eutonía trabaja sobre la idea de “tono”, el método Alexander interroga el “uso” corporal, la Bioenergética investiga las organizaciones caractero-musculares. En nuestro país han tenido gran desarrollo los aportes que ubican al cuerpo como expresivo, tanto en sus vertientes más ligadas a la danza (Patricia Stokoe), a la poética corporal (Alicia Lipovetzky), a la psicomotricidad (Daniel Calmels), a lo novelado del cuerpo (Susana Kesselman), como así también en líneas vinculadas con el psicoanálisis, el teatro y el psicodrama (Elina Matoso y Mario Buchbinder).
Voy a relatar etapas de la relación con Martín para presentar, como ejemplo, una relación en la cual la transferencia y la contratransferencia adquirieron una importancia central y determinante.
Se trata de un joven adulto de 27 años que conocí en Zurich, Suiza en mi consultorio.
Para el hombre ”sagrado”, en oposición al hombre “profano”, la Naturaleza -y sus manifestaciones- nunca es exclusivamente “natural”: está cargada de un valor religioso. Y esto tiene su explicación, puesto que el Cosmos es una creación divina: salido de las manos o el aliento de Dios, el Mundo queda impregnado de sacralidad. Este se presenta de tal manera que, al contemplarlo, el hombre “sagrado” descubre los múltiples modos del Ser. Ante todo, el mundo existe, está ahí, tiene una estructura: no es un Caos, sino un Cosmos; por tanto, se impone como creación, como una obra divina.
Esta comunicación pudo haber batido un record de brevedad, al ser tan sólo de cuatro palabras. Cuando Susana Toporosi me llamó para invitarme a escribir para Topía un artículo sobre “el analista en análisis”, le dije que lo haría sin problemas, más aun, le dictaría de inmediato el texto completo: “No hay tal cosa”. Mujer al fin, ella invocó equivocadamente –no por mujer sino por el dato- que yo tendría experiencia en esto de recibir analistas en busca de análisis.
En la Argentina, cada "blindaje" que se recibe implica un pedazo más de carne que se cede. Si no nos avivamos, podemos llegar a entregar el cuerpo entero, mientras agradecemos la ayuda recibida.
Es llamativo cómo aún hoy se escuchan frases como estas: “Estás hecha una vieja menopáusica”. “Pero vieja, no se te puede decir nada. Parecés una menopáusica”. “¿Ya estás con el Alzheimer?”. “Sos una vieja cascarrabias. ¿Ya estás en la edad crítica?”. Todas dichas con un sentido descalificador y peyorativo. ¿A quién están dirigidas? A mujeres entre 40 y pico y cincuenta y pico.
Las crisis
Maxwell Jones decía en 1968 que la Comunidad Terapéutica –término puesto en boga por él- "proporciona una situación de laboratorio para experimentar con métodos que resuelven productivamente situaciones de crisis vitales".
I-
La técnica psicoanalítica tiene desde hace tiempo muy mala reputación en nuestro país entre los psicoanalistas. No siempre fue así. En las décadas del 50 y 60 era un tema de ferviente investigación dentro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Inclusive hubo pioneros a nivel mundial como Heinrich Racker con sus Estudios sobre Técnica psicoanalítica. Allí daba una vuelta de tuerca sobre el tema de la contratransferencia, librándola de ser sólo un obstáculo y redefiniéndola como instrumento en el contexto del tratamiento psicoanalítico.
“Cuándo y por qué sirve el psicoanálisis... cuando se está angustiado, mucho y a menudo, cuando se tiene miedo: miedo de salir solo a la calle, de quedarse solo en casa, miedo de tomar un avión. O cuando, estando sano y fuerte, se teme morir, despacito, de cáncer o de golpe, del corazón. Hay muchos “cuandos”. Por ejemplo cuando pasa en la vida, repetidamente, una historia de letra de tango: que el mejor amigo se quede con la mujer de uno. Pero también cuando en un examen preparado te quedas en blanco; o cuando en un examen mal preparado no entiendes por qué te bocharon de nuevo.
Esa escondida, evanescente, Argentina extraña para los ojos de quien no quiere ver, da siempre que hablar. El tema que nos ocupa es la cantidad de insomnes en un pueblo del sur argentino, de la Patagonia más precisamente. Allí se detecta una epidemia de insomnio de origen desconocido. Se trata de un pueblo aislado, distante muchos kilómetros de otros pueblos también lejanos y aislados. En fin, es sabido que en la Patagonia todo es distancia, viento y enigma.
Desde Topía en la clínica se plantea dar cuenta del giro que ha dado el psicoanálisis como consecuencia de las transformaciones en la subjetividad y los nuevos paradigmas de nuestra cultura. Esto implica no sólo nuevas manifestaciones sintomáticas, sino también un escuchar diferente del sujeto en análisis. Nuestra mirada clínica se encuentra con una subjetividad, efecto del actual malestar en la cultura, cuya historia social es soporte de la historización del aparato psíquico.
No es fácil hacer una breve reseña para aludir a una obra tan vasta y rica como la de Ferenczi.[1] A pesar de haber sido uno de los mejores clínicos de nuestra ciencia, su influencia no es del todo reconocida y su nombre sigue siendo soslayado, a veces por ignorancia y en demasiadas ocasiones porque sus ideas son citadas como si fueran de otros. Asimismo, el no leer su obra -como la de otros psicoanalistas "olvidados"- es característico del dogmatismo que reina en nuestra ciencia. La Argentina, un país arrasado por ideas y movimientos políticos totalitarios, ha sido caldo de cultivo más que oportuno para las que he bautizado de "invasiones inglesas" e "invasiones francesas".[2] Pero, a pesar de todo, se le reconozca o no, es innegable que Ferenczi ha dejado una impronta en la teoría y en la práctica psicoanalítica en general y también en la referida al trabajo con los niños. Pionero entre pioneros, como lo bautiza Sándor Lorand[3], Ferenczi fue para muchos de sus colegas un enfant terrible[4]. Freud, que reconocía su talento y su aguda mirada clínica, alguna vez lo llamó "mi hijo querido".
Preámbulo
La actividad transcurre en una sala amplia con paredes vacías, a excepción de una foto superampliada de Roi. Bajo un denso humo de cigarrillos las personas se miran. Más precisamente, se auscultan.
Es una idea compartida entre las diversas corrientes psicoanalíticas que la interpretación es su instrumento específico. Desde que Freud definió que los sueños, los síntomas, los actos fallidos o los chistes encierran sentidos, hallarlos se convirtió en meta. La propuesta introduce un corte radical: no se trata de hallar la causa sino el sentido. Si ante el despliegue iracundo de un paciente un analista señalara la posible relación de esa rabia con conflictos con la madre, se referiría a la causa.
Si en el campo de juego el jugador de fútbol se detuviera a pensar en lo que hace o va a hacer, lo que automáticamente devendría es su paralización: sus movimientos son impensados, y mantiene al mismo tiempo que los realiza la apreciación de dónde se encuentran ubicados sus compañeros y los contrarios, puede "adivinar" sus movimientos; cada tanto alza la cabeza para confirmar o procesar correctamente sus cálculos, en los cuales no piensa un solo segundo pero que igualmente realiza, y le permiten acomodar su cuerpo, crear movimientos y jugadas, deslizar con precisión la pelota, eludir contra
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra