“Es también lo que se llama la subjetividad, que se nos echa en cara bajo ese nombre. Pero ¿qué queremos decir con esto sino que el hombre tiene una dignidad mayor que la piedra o la mesa? Pues queremos decir que el hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir.
Cuando la invasión a Irak aún prometía ser un paseo patriótico con flores y banderitas ante el paso de los tanques y alguno que otro “daño colateral” sin importancia, en el programa Periodistas, un apasionado defensor del “American way” proclamaba los riesgos de las terribles armas de Hussein y el derecho norteamericano a defender la seguridad y la libertad de todos. El personaje, inconfundible, era el comentarista de política nacional e internacional Carlos Escudé, contingentemente argentino, aunque, titularía Oliver Stone, norteamericano por naturaleza.
En mayo del 2002 vinieron a consulta al Patrocinio Jurídico de la Facultad de Derecho (UBA) -Comisión Especial de Derechos Humanos- coordinada por el Centro de Investigaciones Sociales y Asesorías Legales Populares (CISALP), dos mujeres jóvenes, G. y B.. A raíz de dicha consulta, decimos abordar el tema.
Las señales que podemos encontrar en la calle del padecimiento subjetivo son numerosas. Lo que denominamos el exceso de realidad produce monstruos en una subjetividad, construida en la fragmentación y vulnerabilidad de las relaciones sociales. Este se manifiesta en diferentes indicadores sociales: violencia urbana, violencia familiar, aumento de la cantidad de suicidios, soledad, indiferencia hacia el prójimo, etc.
Hace casi 250 años Rousseau dio a entender que cuando la humanidad se alejó de su hábitat natural, se convirtió en un producto social. Marx y Engels estudiaron el surgimiento y evolución de las primitivas sociedades como un proceso, partiendo de la necesidad de protegerse y sobrevivir. A la vez el humano produce cultura y es producido por ella como ser social.
Pero a veces rompe el espejo y descubre no sólo la realidad que está detrás del reflejo, también a otros que no son como él pero que, como él, han roto sus respectivos espejos.(Subcomandante Insurgente Marcos. 2000)
¿Por qué escribir sobre trabajadores que toman fábricas en la Argentina? ¿No es acaso una de las tantas luchas con que los pueblos responden a la crueldad.?
Éste es un país pródigo en historias de resistencia, ésta es una mas, aunque particular.
¿Qué quiso decir Borges cuando puso como título, “Historia Universal de la Infamia, al conjunto de viñetas caracteropáticas que había venido publicando? Quiero decir, ¿qué puso en la palabra infamia? Metaforizó, sin duda, porque en realidad el alcance directo de esta palabra es limitado: indica sólo una situación negativa, ni siquiera una cualidad, la carencia de fama, y de ahí el desprecio de que es objeto quien, a los ojos de otros, es así reconocido, y por eso desconocido, como un carente.
Es enorme la riqueza de los procesos sociales argentinos que tienen como punto culminante el 19 y 20 de diciembre de 2001. Los balances de la acción y el pensamiento crítico que la sustente ayudaran a poner en cuestión la tentación de andar este presente “como con ingenuidad” al decir de S. Freud.
En el mundo contemporáneo se ha impuesto el paradigma según el cual los determinismos actúan de manera holo-sistémica y simultáneamente dispersa y puntual, según causalidades aleatorias, heterogenéticas, transversales y a distancia, sin conmensurabilidad dimensional entre causas y efectos, de modo único e irrepetible, etc. Tales sorprendentes peculiaridades, si bien no descartan, secundizan las causaciones regulares necesarias, y reducen su ya limitada capacidad de pronosticar los “futuribles”, aun cuando estos sean enunciados en varios “escenarios” apenas probabilísticamente posibles.
En los Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001 se vive una situación de intimidación política y profunda corrupción. Tratando de encontrar una forma de entender esta coyuntura comencé reflexionar sobre las experiencias que atravesaron varios de los psicoanalistas latinoamericanos que conozco; ellos durante años vivieron inmersos en la cultura del terror creada por el terrorismo de Estado de los años 1960-80 y hoy en día padecen las crisis económicas y la terrible violencia social que son producto de las políticas neoliberales que impunemente marcan el paso de estos países.
El sábado 25 de octubre se realizó la exposición de Nancy Caro Hollander organizada por la revista Topía en el Centro Cultural de Artes y Oficios de la fábrica recuperada Grissinopoli.
1. En El Malestar en la Cultura, escrito en el año 1930, Sigmund Freud afirma que no es posible vivir sin calmantes. La vida, tal como nos es impuesta, es harto gravosa. Para sobrellevarla hay varias formas: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria, satisfacciones sustitutivas, que nos permitan olvidarla, así como sustancias embriagadoras, que nos hagan insensibles a ella. "Hay, sin embargo, otro camino: como miembros de la comunidad, y con la ayuda de la técnica guiada por la ciencia, trabajar entre todos para la dicha de todos".
En el año 1930 se quiebra la Bolsa de Valores de New York dando comienzo a la “Gran Depresión”. En ese año Freud publicaba El Malestar en la cultura. Allí trata de entender las transformaciones que se están produciendo en la civilización y sus consecuencias en la subjetividad. Es así como plantea que la cultura1 está atravesada por un malestar que es propio de la constitución del sujeto: la muerte como pulsión. En esa época Hitler ya empezaba a proyectar su sombra sobre Alemania.
Extraño: estamos escribiendo hoy, miércoles 19 de marzo de 2003, sobre una masacre que dentro de pocas horas, esta misma noche, va a suceder. Sabemos con certeza, por anticipado, que dentro de pocas horas cientos de miles de inocentes van a morir en un país lejano. ¿Cabe pensar desde aquí, mejor dicho cabe seguir “haciendo poesía” ante una “guerra” que indefectiblemente va a producirse? Veo y escucho en el televisor, en tiempo real, la discusión en la ONU, el discurso de Bush, la preparación de las tropas, los niños cadavéricos de un hospital de Bagdad.
Por muchas razones es profundamente perturbadora la marcha inexorable y unilateral hacia la guerra emprendida por el gobierno de George W. Bush, pero en lo que concierne a los ciudadanos estadounidenses todo el grotesco espectáculo es un tremendo fracaso de la democracia. Una república inmensamente rica y poderosa fue secuestrada por una pequeña camarilla de individuos, ninguno de los cuales fue electo y que, como tal, son impermeables a la presión pública: simplemente voltean la cara. No es exagerado decir que esta guerra es la más impopular, a escala mundial, en la historia moderna.
Ellos creían que nos habíamos cansado de protestas y que les habíamos dejado libres para seguir en su alucinada carrera hacia la guerra. Se equivocaron. Nosotros, los que hoy nos estamos manifestando, aquí y en todo el mundo, somos como aquella pequeña mosca que obstinadamente vuelve una y otra vez a clavar su aguijón en las partes sensibles de la bestia.
Bill Gates definió a Internet con una frase publicitaria brillante:}
Dijo que es la calle comercial más larga del mundo. Yo diría
que es una calle llena de burdeles y sex shops, porque cuando
uno mira su composición se da cuenta de que el segmento más
abundante del comercio electrónico es comercio pornográfico.
Un fenómeno que no tiene equivalente en los mercados tradicionales,
como las industrias editoriales o el cine.*
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra