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Sociedad

Entrevista inédita a David Le Bretón (20 de marzo de 2017)

En marzo de 2017 el Antropólogo David Le Breton impartió una serie de conferencias en Buenos Aires invitado por la Revista Topía y la AGD-UBA donde habló de la relación entre dolor y sufrimiento; de las maneras en que ha sido concebido el cuerpo en diferentes culturas y épocas; de las causas que llevan a una persona a lo que denomina “blancura”: una extenuación tal que el sujeto “decide” abandonar su vida, dejar de habitarla, replegándose sobre sí mismo, desapareciendo para evitar las múltiples presiones a las que se encuentra sometido.

En la oportunidad dio una conferencia de prensa que fuera grabada por Mario Hernandez y responsable de su edición.

Nota de los editores: La nueva Anormalidad

Revista Topía #89 - Agosto/2020

“Esta pandemia no es como un gran trueno en un cielo límpido”, nos decía Christophe Dejours en la charla que organizamos a fin de mayo. Por lo contrario, el cielo no estaba ni calmo ni límpido. Había mucha gente enferma y descuidada en todo el mundo. Y la pandemia lo profundizó.

Desde el cierre del último número los confinamientos abarcaron a más de la mitad del mundo. La forma en la cual se han tomado los cuidados de la población muestran los límites del capitalismo actual, que proclama protecciones, pero produce muchos descuidos. Como se suele decir: si se puede prevenir no es un accidente. Y la pandemia no lo ha sido: muestra la fragilidad del sistema social y ecológico. Con todos los desarrollos tecnológicos y científicos un virus ha mostrado el desamparo de los humanos que el sistema actual creía haber superado con el relato de una omnipotencia a la vuelta de la esquina.

La lucha contra la epidemia y las protestas en Alemania

El Covid-19 comenzó su expansión por el mundo en un mercado de Wuhan, ciudad de más de un millón de habitantes en la China central. Probablemente de allí el virus saltó de los animales hacia el humano y rápidamente se extendió mediante el contagio a través de microgotas. A diferencia de epidemias anteriores, que no alcanzaban a los continentes europeo y americano, o apenas los rozaban, el agente patógeno de la nueva epidemia se aprovechó de las rutas de viaje y comercio de la actualidad y, en días o semanas, fue saltando de país en país y de continente en continente y así el Covid-19 se convirtió en pandemia. Sin inmunidad, sin estar preparados, sin medios de prevención o de curación, nos encontramos en una situación similar a la de los pobladores de las viejas culturas de América Central y del Sur cuando llegaron los conquistadores europeos. Inmunes ellos, los infectaron con enfermedades desconocidas para los autóctonos por las cuales la mayoría perecía miserablemente. La población europea fue azotada, una y otra vez, por epidemias frente a las cuales la mayoría de las veces se enfrentaba desvalida. Las que más se grabaron en la memoria colectiva fueron la peste y el cólera. Algunas de estas epidemias despoblaban comarcas enteras y eventualmente reaparecían o desaparecían del todo. Durante siglos lo único que se le podía oponer eran medidas higiénicas y de cuarentena.

Desde hace 150 años las enfermedades infecciosas dejaron de ser a causa del destino, tan poco como lo son las guerras o las catástrofes de Chernobyl o Fukushima

La pandemia y la crisis en el trabajo

Voy a hablar ahora más específicamente de la vinculación entre la epidemia y la crisis del trabajo.

Si queremos formarnos una idea del trabajo, de la manera en la cual el trabajo se verá afectado por la experiencia política que el Estado y la patronal adquirieron por el ejercicio del gobierno durante la crisis, es preciso dejar todos estos problemas generales de costado o a un lado.

Entonces voy a aburrirlos un poquito más con las exigencias y los métodos de la clínica del trabajo, abandonando estas cuestiones más generales y entrando en detalle de lo que ocurre del lado del trabajo vivo, sino temo que dejemos de lado lo esencial.

Esta crisis del coronavirus es la ocasión para el poder neoliberal de iniciar una nueva etapa en la transformación de la organización del trabajo

Presente continuo

Comenzaré afirmando, sin hesitar, que la Pandemia y el aislamiento han tenido dos consecuencias inmediatas y definitivas: al tiempo que se han encargado de desnudar el amplio grado de indefensión y vulnerabilidad de nuestra existencia, denuncian y descubren las características de un Sistema que, en nombre de maximizar el capital, ha ido destruyendo la naturaleza y ha precarizado hasta el límite las condiciones de vida y muerte de la humanidad.

Esta Pandemia. A veces tengo la impresión de haberme dormido en un mundo y haberme despertado en otro y desde éste, se me hace difícil recrear cómo era ese otro mundo en el que me sentía inmune y poderoso. Cómo era ese mundo en el que los cuerpos circulaban por lugares, por espacios desplegados en un tiempo cronológico. Cómo funcionaban el espacio y el tiempo en esa era pasada, tan próxima y, aún así, tan lejana.

Vivíamos en un mundo donde ya no se trataba de producir a toda velocidad, ya no se trataba de vivir a toda prisa, sino de destruir deprisa

Huellas del miedo y la “servidumbre voluntaria”

Una pregunta ha acompañado siempre la explotación y humillación humanas: ¿cómo es que quienes la padecen pueden tolerarla -incluso buscarla- sin rebelarse, siendo inmensa mayoría? La acción coactiva de la represión y la violencia que podría explicarla no parece estar siempre presente.

Hacia 1548, Étienne de la Boétie, un joven escritor y magistrado francés, escribió su Discurso sobre la servidumbre voluntaria, o Contra el Uno. Se trata de un flamígero y erudito texto en defensa de la libertad como bien natural supremo. Su contexto: el clima de la monarquía absoluta que desde Luis XI va perfilando las luchas entre el soberano (el Uno) y las noblezas feudales en Francia. Sus argumentos responden a su época.

Para el sentido común en que se encarna la ideología del capitalismo, la libertad del pueblo,… se basa en su secreta y sutil esclavitud en relación con el capital

Género, clase, edad…

El impacto diferencial de la pandemia

La amenaza global de la pandemia ha sacudido al planeta, pero su impacto es muy diferente según sea la condición social y subjetiva de las personas afectadas. La forma en que los sujetos experimentan la situación actual sirve como un instrumento diagnóstico de su ubicación en el contexto, así como de su estructura psíquica. Cualquier evento vital es percibido a través del prisma de la subjetividad, y hemos aprendido que esa elaboración se vincula con la posición de cada uno en las redes interpersonales y con sus ubicaciones en el campo social, que empoderan o fragilizan a quienes son objeto, como ocurre hoy, de sucesos que escapan a sus determinaciones personales.

El tipo de inserción laboral delimita también modos diversos de experimentar esta crisis

Planeta Cyborg

La posmodernidad, el capitalismo tardío, la muerte de los grandes relatos y el fin de la historia han dado muestra cabal de su enorme eficacia a favor del proceso de propagación y fundamentación del consumismo y el individualismo. En definitiva el darwinismo social, ese que pide más emprendedores individuales y menos ciudadanos. Que venera el éxito y desea la muerte del que no puede cumplir con esa religión del triunfo.

El Planeta Cyborg es la parada actual del tren bala de las sociedades impulsadas por el laboratorio tecnocientífico capitalista

Sobrevivir en la pandemia: ¿qué nos pasa a los trans y las travestis durante la cuarentena?

En el país donde más demandas democráticas se han conquistado para la diversidad sexual como la Ley de Identidad, la situación de las personas travestis y trans está en estado de emergencia, producto de la crisis económica y sanitaria. Existe un contexto generalizado de crisis social, en el que se agudizan las contradicciones que existen entre los derechos formales conquistados y las condiciones de vida de la población travesti y trans. Desalojos, desempleo y represión policial a la orden del día. El Estado como responsable.

Erotismo, transgresión y pandemia

“#Quedate en casa.” “No sean inconscientes, cuídense, quédense en su casa.” “No sean desesperados, hagan sexting.” “Si me proponen sexo en cuarentena, los bloqueo.” “No lleves la muerte a tu casa…”

“Eviten el contacto sexual, tengan sexting o practiquen la masturbación.” “La pareja sexual más segura es uno mismo.” “Hay que desterrar la idea de que hay que tener relaciones todo el tiempo.”

Las primeras son algunas de las afirmaciones que pudieron leerse en las aplicaciones de citas como tinder o grindr y las segundas por parte de profesionales y funcionarios de diversos países incluyendo la Argentina, desde el comienzo de la pandemia de coronavirus. Lo característico de la mayoría de ellas es un tono que causa irritación, cómo no provocarlo, es lo que suelen producir los intentos “bienintencionados” expresados en enunciados imperativos y/o descalificatorios o en recomendaciones que pretenden indicar cómo y de qué forma hay que vivir la propia vida sexual, haciendo gala de un reduccionismo asombroso.

En pos de evitar los encuentros entre personas que no conviven, se “autorizan” y prescriben las videollamadas, el sexo virtual, el sexting y una práctica históricamente proscripta: la masturbación

Cien días contigo, conmigo y contigo otra vez

(Bitácora de viaje hospitalario que bien podría ser el último)

Estamos en cuarentena, que no son cuarenta días sino varios ciclos de quince días que se hicieron más de cien. A guardarse, dijo Alberto. Menos los de la salud pública, claro. Te precarizan durante años para luego morir a manos de un virus chino. O sea que morís doblemente precarizado. Si al menos fuera un dragón, pero encima es un murciélago salido de una sopa. Personalmente hubiera preferido una invasión alienígena o zombie, pero toca esto, sin katana y sin vacuna. La única protección para el enemigo es una máscara de acetato y el barbijo quirúrgico que te re protege, gordo. ¿Qué cómo la estamos pasando en el hospital? ¡Fantástico mamá, no te preocupes! Quizás llego para cenar. Todo depende. Por ahí te llamo aislada desde la pieza de un hotel o, si me da el oxígeno, desde la terapia del Rivadavia.

¿Tenés un hijo o dos o tres y no hay con quien dejarlos? Que te los cuide Lola. Yo estoy al horno: tener hijos no califica como riesgo

La tecnología y el sentido del trabajo

¿Un punto de inflexión en nuestra relación con las máquinas?

El sueño de una humanidad enteramente mediatizada cobró su experiencia de poder con esta pandemia. Defender la subjetividad no implicará romper las máquinas como los ludditas, pero sí perder el miedo a oponerse a una idea de "progreso" que incluye la degradación del trabajo.

En lo que refiere al sueño -distópico para algunos, quizá deseable para otros- de una humanidad con mínimo contacto y enteramente mediatizada, la pandemia y el aislamiento, más que superar a la ficción, confirmaron ciertos pronósticos, y dieron a quienes abogan por ese futuro una sustantiva experiencia de poder.

La humanidad se sumergió en un encierro hipermediatizado donde todo lo que podía hacerse virtual, se hizo virtual, y el carácter prescindible del cuerpo en la vida social cobró estatus de regla

La crisis de la pandemia llevó al estallido del espacio llamado “posmoderno”

La crisis que trajo la pandemia del Covid-19 llevó a que estallara un mundo que creíamos con posibilidades infinitas donde, incluso, se hablaba de que en pocos años podríamos vencer nuestra finitud. Sin embargo, la muerte nos rodea como una nevada mortal y solo atinamos a defendernos; las metáforas bélicas que algunos gobiernos utilizan contra el virus es un mecanismo de defensa que no tolera la sensación de incertidumbre y miedo de nuestra fragilidad humana.

El cuerpo como metáfora de la subjetividad, se dejará aprehender al transformar el espacio real en una extensión del espacio psíquico. Desde aquí hablamos de corposubjetividad donde se establece el anudamiento de tres espacios (psíquico, orgánico y cultural)

Crónicas marcianas

Es archiconocida la anécdota de la transmisión radial que, en el año 1938, hizo Orson Welles de fragmentos de la famosa novela de su casi homónimo H- G. Wells, La Guerra de los Mundos. La actuación de Welles fue tan extraordinaria que hizo entrar en pánico a miles de personas que salieron a las calles huyendo de la supuesta invasión marciana.

Se recordará que en la novela (así como en el film clase B que dirigió Byron Haskin en los años 50, hoy un objeto de culto) los invasores extraterrestres, aparentemente invencibles por medio de las armas, son finalmente derrotados cuando, bajando de sus platillos voladores, se exponen a la atmósfera terrestre y por lo tanto a la acción de los invisibles microbios, gérmenes y bacterias que en ella pululan, y para los cuales los alienígenas no tienen defensas, ya que en su planeta “rojo” (en los maccartistas años 50 la alegoría no podía ser más transparente) son desconocidos.

Llama la atención la celeridad con que se naturalizó esa militarización del lenguaje. En verdad, uno podría discutirlo. Finalmente, no ha habido declaración de guerra, ni Estados en conflicto, ni ejércitos, ni uniformes, ni despliegues estratégicos perceptibles

Psicopatología de la Vida Cotidiana Docente

Universidad Virtual y Pandemia

No había que esperar mucho tiempo para que la reconversión “virtual” de las relaciones sociales (de clases) en el campo laboral impuesto por la pandemia mundial del COVID-19, a partir del llamado teletrabajo y “home office” comenzara a manifestar secuelas y efectos en la subjetividad, las condiciones laborales (derechos, licencias, jornadas de trabajo, etc.), la salud mental y la cotidianeidad del trabajador “a distancia”.  Cinco días después del establecimiento del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en nuestro país, el diario Tiempo Argentino ya titulaba en un artículo que “el 42% de los empleados aseguran que el home office los lleva a trabajar más horas” (Tiempo Argentino, 25/3).

Distintas manifestaciones clínicas de padecimiento psíquico del docente (angustia, estrés y principalmente trastornos del sueño) están comenzando a tomar cuerpo de manera preocupante

Intervenir la cuarentena

(relato anecdotario y feminista)

Lo que aquí les comparto es un relato con reflexiones borroneadas a partir de algunas anécdotas de estos primeros 22 días de cuarentena. Es una exploración de este registro en forma escrita, las anécdotas suelen quedar relegadas a la oralidad. Como cualquier anecdotario, oral o escrito, éste tiene su localización precisa y sus sesgos. Localización: CABA, en zona de departamentos. Sesgos, varios. Uno de ellos es sesgo de clase, de amplísima clase media urbana -y no tanto también-. Otro es el sesgo feminista. Son lentes con que vivimos la cotidianeidad. Y aunque no tendría ningún caso intentar borrarlos, deliberadamente querría no hacerlo. Tampoco naturalizarlos.

El sesgo feminista está en su inspiración más básica: lo personal es político. Y esto rehúye todo intimismo, más bien lo contrario.

Construcción del Monstruo Social Viral

A partir del surgimiento del virus conocido como Corona virus, la sociedad global, en poco más de tres meses, pasó de las feroces guerras financiero-territoriales entre los Estados nación y sus acólitos, a estar sometida al imperativo de un significante global: Pandemia. Las coordenadas socio simbólicas organizadoras de los universos culturales, subjetivos, de afectos y vínculos, mutaron con velocidad y sin retorno. Tienen como denominador común la alteración absoluta de la temporalidad subjetiva que cae bajo el dominio de una amenaza tanática. Sin referentes conceptuales o de sistemas de pensamiento previos, se instaló un inédito Caos Global, transportado por un desconocido y letal virus. Disociado del asunto biológico objetivado científicamente, el poder absoluto del significante Pandemia ha generado una porosidad simbólica y lingüística de las fronteras nacionales. 

Monstruo desconocido, diseminado en cuerpos y territorios, el Virus ha despertado múltiples deseos de instalar un Estado de Fascismo Globalizado

La libertad de un encierro

Desde Atenas, Grecia.

Al parecer, eso que afecta verdaderamente en este momento a la mayoría de la gente no es el coronavirus como amenaza efectiva -la cual en muchos de los casos se experimenta como algo impreciso- sino las consecuencias de un recién estrenado régimen de convivencia cotidiano. Este régimen viene a subvertir las bases del lazo social. Un lazo social que entraba cada vez más en crisis en la misma medida que lo hacía el capitalismo de la sociedad posmoderna. Las personas habían sustituido necesidades básicas de convivencia por necesidades alienadas; ilusión de una supuesta posibilidad de absoluta satisfacción.

Se vive el duelo de la pérdida de libertad y autodeterminación que supuestamente son garantizados por un régimen neoliberal o, en general, por los logros de un modelo occidental de democracia.

La viralidad de la risa

En este contexto de confinamiento y de temor en relación al coronavirus, con una hermosa insolencia, el humor abunda en las redes sociales o incluso en la vida social ordinaria. Se intercambian bromas, las frases ingeniosas tienen gran éxito, se filma a la familia en situaciones hilarantes. Por las redes sociales o entre amigos se mandan videos humorísticos, historias divertidas traen a escena el virus o las restricciones del aislamiento, los conflictos que nacen de la promiscuidad o de la imposibilidad de tener un lugar para uno. En este momento singular donde están suspendidas la mayor parte de las actividades sociales, prohibidas las relaciones familiares o de vecindad, e incluso los desplazamientos propios de los paseos, la risa es aquello de lo que no se puede ser despojado. Es una réplica mordaz y alegre a la virulencia de la situación. Es un escape fuera de la angustia, un rechazo a ver que nuestra conducta esté dictada por circunstancias externas. Tomar del confinamiento y de las amenazas del coronavirus la parte de la risa es afirmarse en la vida. Es un “déjame reír” opuesto a la gravedad de las circunstancias. El sentido del humor manifiesta una negativa a ponerse en víctima, opone resistencia a la situación. Recuerda la solidaridad, la connivencia que une al grupo contra la adversidad o la fuerza interior de un individuo que no se deja abatir. Mantiene las cosas a raya. Rechaza cualquier resignación y sostiene una actitud de desafío. Por un instante se libera el cerrojo y nos aflojamos para recuperar el aliento. Lo que era doloroso finalmente se vuelve una fuente de placer. En todo caso es un consuelo.

Tomar del confinamiento y de las amenazas del coronavirus la parte de la
risa es afirmarse en la vida. Es un “déjame reír” opuesto a la gravedad de
las circunstancias.

Vivir menos para vivir más

Karl Jaspers considera como núcleo último del ser humano a la existencia (Existenz), que constituye una dimensión específicamente humana que sólo puede ser tratada desde la filosofía. La existencia es siempre una existencia situada, donde las “situaciones-límite” (Grenzsituationen) configuran su estructura. El ser humano, que existe en las “situaciones-límite”, deberá intentar trascenderlas a través del ejercicio de su libertad, realizando así la “posible existencia” que hay en él.

Estas situaciones-límite masivas no son genuinas, son fuertemente influenciadas por los medios de comunicación y los sectores de poder

 

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